Prisioneros españoles, tras ser liberados por las tropas rifeñas. Foto tomada del diario El Comercio |
Aquellos acontecimientos tuvieron como escenario una España en crisis económica profunda, con centenares de miles de españoles en paro. Una España que no había aprovechado las oportunidades de la neutralidad militar en la primera guerra mundial y que convirtió aquella circunstancia en un boom especulativo. ¿A que les suena de algo?
La que será recordada en el futuro como “la crisis de los
sobres”, tiene un peculiar y familiar aroma. La intervención del embajador de
Estados Unidos, la alarma despertada en los cuarteles generales financieros,
empresariales e institucionales y la constante generación de teorías
conspiratorias que corren por las redacciones y los mentideros nos recuerdan
episodios históricos como el del expediente Picasso, preludio del golpe de
estado primoriverista, asó como el de la crisis posterior al atentado contra
Carrero Blanco y los tiempos previos y ulteriores al 23F.
Las alarmas se disparan constantemente y el fragor del
helicóptero sobrevolando el barrio de Chamberí de Madrid, mi barrio, durante
estos días pasados, indican que el miedo-pánico se ha instalado en las mentes
de nuestros gobernantes y no solo de los gobernantes. A la gente se la ve
ansiosa y lo que hace unos meses, solo unos meses, era indignación, cuando no
cachondeo, por la constante aparición de episodios de corrupción, hoy se ha
convertido en desazón. En preocupación por el futuro, por el qué va a pasar, por
la duda, y hasta la seguridad en que esto no tiene salida.
Parece como si en algún despacho poderoso se hubiera dado
autorización para levantar las compuertas del depósito de mierda y de iniquidad
en el que parece haberse convertido nuestro país para que se produzca un
desbordamiento que nos paralice a todos por miedo e inseguridad. ¿No queríais
caldo? Pues tres, cuatro tazas. Hasta el vómito si fuera necesario. En estas
circunstancias la respuesta no consiste simplemente en levantar el velo de la corrupción sino en encontrar
una salida liberadora mediante la propuesta de un borrón y cuenta nueva que nos
coloque otra vez en un renovado punto de partida. ¿Revolución, reforma, más de
lo mismo?
Me resulta muy difícil entender toda la secuencia de hechos
pero tengo la sensación de que alguien ha decidido reventar el enorme grano de
la corrupción y el descrédito del sistema para producir un cambio de escenario.
Aquello del golpe de timón de los tiempos previos al 23 F de 1981. Descartada,
por lo menos en apariencia, la alternativa militar, parece que conmover a la
opinión pública para que acepte, con agradecimiento, cualquier salida por
traumática que sea, que nos libere del espectáculo, fuese una estrategia
adecuada
Y sin con ello tienen que llevarse por delante al PP y a CiU,
por ejemplo, y por la vía de procesar a sus cúpulas dirigentes sería un precio
aceptable a pagar. Todo para imponer un modelo de gobierno tecnocrático a la
italiana o cualquier variable que coloque a los partidos bajo la dependencia de
otros poderes. Puestas así las cosas el entramado de unos partidos debilitados
estaría dispuesto a tragar con una salida tan acomodaticia la que se produjo el
23 F que destruyó la organización política de la derecha reformista de Adolfo
Suárez y redujo al mínimo el vigor progresista del PSOE.
En un país tan antipartidista, tan antipolítico, el que los
partidos sean los paganos de la crisis no resulta una mala receta.
¿Cómo convencemos a Rajoy para que anuncie que no se volverá
a presentar a unas nuevas elecciones y con ello de paso a una necesaria
renovación de la dirigencia del PP? Un empujón como el que le han metido estos
días se hubiera llevado por delante ya al más bregado de los políticos
europeos. En su caso el problema consiste en que resulta difícil encontrar un
sustituto pues los papeles de Bárcenas han dejado en evidencia a toda una casta
dirigente y algunos de los que aparentemente se han librado de la quema como
Esperanza Aguirre no aguantan ni un telediario si el ventilador sigue
funcionando a tope. Es lo del chiste del paciente y el dentista ¿verdad que no
nos vamos a hacer daño? Por otra parte el PP se encuentra a gusto en la charca
del “y tú más” y colabora dócilmente en el desarrollo de ese clima de hartazgo.
Pensemos bien el asunto. ¿Acaso es una novedad que el PP,
como antes el PSOE, haya tenido y siga teniendo líneas de financiación al
margen de la ley? o ¿que los intermediarios en esas prácticas se lo lleven
crudo? Lo nuevo consiste en que en el caso del PP las cosas parecen haber
llegado a un grado de desparpajo tal que eleva la temperatura de los gases de
la caldera por encima de la propia resistencia de los materiales.
Alguien está jugando al aprendiz de brujo levantando la veda
y el velo que tapa las miserias de toda una estructura de poder. Las menguadas redacciones
de los grandes medios de comunicación no dan abasto para tratar de confirmar
los cientos de rumores que les llegan en tropel. Los juzgados se llenan de
causas de difícil procesamiento y los jueces y fiscales se sienten obligados a
demostrar que son la última frontera que sostiene el sistema, mucho más en
momentos en los que el poder ejecutivo tiene tendencia, por razones
presupuestarias y políticas, a querer atarles en corto. Los medios públicos de
comunicación, especialmente las televisiones, son una bomba a punto de explotar
debido a las presiones que llegan a las redacciones. Esperanza Aguirre ensaya
nuevas formas de tortura malaya para desconcertar a sus compañeros de partido y
Rajoy vigila sus espaldas calculando quien pueda ser el Bruto de ocasión y por
donde le vendrá la puñalada. Ante ese panorama las cosas de Ana Mato son
minucias y la vieja técnica de entregar víctimas propiciatorias de una en una
para calmar la marea del descontento no sirven de nada pues el maestro pontevedrés
sabe que van a por él y que cualquier vieja historia encontrada en su
largo pasado de actor político puede derivar en crisis final.
El caso es que sin Rajoy ¿qué? nos
devuelve a lo que escribía pocos días antes de aparecer los papeles de
Bárcenas. Desde entonces a hoy poco nuevo que comentar. Si acaso y por lo que
tiene de novedad la decisión del PSOE de pedir la dimisión del gallego. Ese movimiento
tiene un significado especial: puede suponer el primer paso para el desembarco
del partido socialista del buque constitucional. O cuando menos de su
desvinculación de un modelo de gestión de la crisis basado en el continuismo
puro y duro.
Lo que nos espera a partir de ahora es un áspero periodo de
idas y venidas. Un estado de confusión generalizado en el que difícilmente los
verdaderos problemas de España tengan una correcta lectura. Dividida la opinión
pública en dos bloques antagónicos; el de los que pretenden cargarse las
instituciones públicas a cuenta de las carencias de sus gobernantes para
sustituirlas por un entramado de negocios privados y los que quieren renovar de
pies a cabeza el sistema político y constitucional para democratizarlo e inmunizarlo de la influencia de los
intereses privados aunque para ello corra riesgo de desaparición el mismo
sistema de partidos, institucional y territorial que conforma el Estado surgido
en la transición.
Ante ese panorama los estados mayores del poder reflexionan.
Esperemos acontecimientos.
2 comentarios:
Debe ser nuestro miedo el miedo de los partidos?
Nuestro miedo es la fortaleza de otros. ¿De quienes? no me atrevería yo a hablar en su conjunto de los partidos. Cada uno representa la defensa de modelos políticos, sociales y económicos distintos aunque a veces, por desgracia, parezca que todos son lo mismo. Aquello de "psoe, pp, la misma mierda es" confunde mas que aclara y nos deja inermes ante el futuro...Ya sabes que no participo de la fiesta popular antipartidos. M
Publicar un comentario