5 de febrero de 2013

EL CONFLICTO DE MALI Y EL DOSSIER DEL SÁHARA OCCIDENTAL

Mapa de la región afectada por el conflicto de Mali.




El argumento de la lucha contra el terrorismo islamista concede una legitimidad relativa a la operación militar francesa en Mali. El restablecimiento del orden constitucional perdido en la gobernación de ese enorme país añade un plus de justicia o de justificación legal. La determinación de acabar con el potencial armado de los grupos que se han hecho fuertes en la región gracias a la ocupación de amplios territorios es un argumento de peso. Pero la lucha contra el terrorismo yihadista, necesaria y justa, debe ser encabezada por las propias sociedades civiles y por los estados en los que se asiente y en el marco de estrategias internacionales de cooperación. Para eso la ocupación militar francesa no sirve. Mucho menos si el despliegue armado francés, y de sus aliados africanos, tiende a alargarse en el tiempo.

Una de las preguntas que más nos interesan como españoles es conocer de que forma esta guerra y sus consecuencias pueden ayudar u obstaculizar el establecimiento de nuevos equilibrios en el conjunto de la región norteafricana. De que manera las revoluciones tunecinas y libias puedan o no fortalecerse o si la eterna enemistad marroquí-argelina puede tener un punto de arreglo. A nosotros como españoles nos interesa, en particular, el efecto que el conflicto sahariano pueda tener sobre el dossier del Sáhara Occidental.

Una posible derivada con un efecto benéfico para el futuro puede venir dado por la salida que pueda tener el viejo pleito tuareg y la exigencia de ese pueblo por poder dirigir su destino con la máxima autonomía. El que podamos asistir al nacimiento de una región autónoma del Azawad que permita construir un poder civil tuareg dependerá del curso de la guerra. El MNLA, parece estar colaborando en el esfuerzo de guerra conducente a la neutralización o destrucción de las diferentes organizaciones salafistas.

Esta circunstancia, ese arreglo de un pleito de tan larga duración puede contribuir a entender la lucha de los saharauis con nuevas luces por parte de aquellos, como Francia y EEUU, que más remisos se han mostrado a una resolución del conflicto saharaui. Hasta ahora la historia ha demostrado que los saharauis no son precisamente amigos de las causas y los métodos fundamentalistas y terroristas. ¿Por qué no ellos no pueden convertirse en grandes aliados en el proyecto de modernización y laicización de la política norteafricana?
Otro elemento a considerar, en clave regional,  es el del fortalecimiento de la influencia y la preeminencia argelina. Por demografía, por peso económico y militar y por circunstancias históricas, Argelia es país determinante para dar un buen fin a la operación francesa, sean cuales sean los objetivos diplomáticos que el gobierno francés se haya propuesto. Francia así lo ha reconocido al igual que la diplomacia USA. Eso implica posiblemente que la voz y los postulados diplomáticos argelinos sobre el Sáhara sean mejor escuchados y atendidos.

EEUU intentó, en el pasado reciente y por todos los medios que se estableciesen relaciones de cooperación entre Marruecos y Argelia, a petición de Marruecos, sobre todo. Chocaron con la negativa de Argelia que como en el conflicto de Mali se niega a cualquier tipo de cooperación sin resolver el problema del Sáhara. Esta es una de las causas por las que EEUU y Francia desearían resolver este conflicto.

Marruecos, a su vez, está tratando de situarse desesperadamente como un polo vital en la región. Si para conseguirlo tiene que dramatizar y exagerar la presencia de organizaciones salafistas y terroristas en su territorio, incluido el Sáhara, no lo dudará ni un momento. De todas formas la credibilidad de la diplomacia marroquí y de sus organismos antiterroristas está muy desdibujada por los constantes intentos de manipular el dossier del Sáhara. Tendrá que superar presiones día a día más fuertes de sus socios occidentales para enfrentar la agenda saharaui.

En ese contexto, el juicio, una y otra vez convocado y retrasado, para juzgar a los presos de Gdeim Izik  y que de nuevas ha sido anunciado para este viernes, 8 de Febrero, es vital. Recordemos que el grupo de Tamek que fue detenido en 2009 cuando regresaba de Argelia también fue amenazado por un juicio militar. Al final, fueron liberados sin ningún tipo de juicio. Lo mismo puede ocurrir con el numeroso Grupo de Gdeim Izik. Tendremos una prueba de fuego muy interesante para saber si el majzén marroquí tiene a bien anunciar un periodo de tregua en el conflicto saharaui como respuesta a las presiones diplomáticas. Lo veremos en pocos días y en presencia de una comunidad de observadores y juristas internacionales de alto relieve.

Desde el punto de vista militar el conflicto armado de Mali pronto entrará en una fase militar distinta que afectará muy directamente a las regiones noroccidentales y nororientales de  Malí. Eso implica directamente que Mauritania, el Sáhara Occidental, Argelia y posiblemente Libia se conviertan en teatro de guerra y de operaciones policiales y de inteligencia. La derivada de este hecho anticipa que durante seguramente más tiempo del previsto la presencia de occidentales en la región sea inconveniente y peligrosa. Este factor puede verse atenuado o recrecido en dependencia de los dos puntos anteriores. Me explico: si las circunstancias militares y políticas hacen imposible ofrecer seguridad a las poblaciones árabes y tuaregs del norte de Mali se producirá, se está produciendo ya, un desplazamiento poblacional de cierta importancia que añada complejidad al logro de la paz y la seguridad en los territorios afectados.
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No es una novedad reconocer que el combate fundamental de los saharauis se está librando en los territorios ocupados. Y es hacia allí donde se tendrá que dirigir la asistencia política de los amigos españoles. Esto tiene muchas implicaciones de tipo político, organizativo y "sentimental" que se me hace difícil evaluar. Desde luego cuanto superior sea la atención de la dirigencia saharaui hacia ese frente mejor, siempre será más fácil encontrar huecos y oportunidades. Y ahí parece que las cosas no marchan bien. Igual que en otras circunstancias históricas parecidas, casos palestinos o la propia transición española con la compleja relación entra las fuerzas opositoras en el exilio y en el interior por ejemplo. La vieja guardia del Polisario teme que la nueva generación revolucionaria que lidera los territorios ocupados les adelante en la iniciativa. Siempre hay una desconfianza cuyo fondo es el temor por la causa nacional, las cosas tienden a complicarse y las formas de lucha y de organización cuando se someten a cambios profundos deben variar so pena de fosilizarse. A esta desconfianza, a esta dinámica, responden algunos acontecimientos como las declaraciones del dirigente saharaui de los territorios ocupados, Tamek.

Si algo positivo puede tener el conflicto de Mali es que nos ayuda a entender la política regional bajo un nuevo prisma. Entender que todo empezó por los movimientos por la libertad de los pueblos de los territorios ocupados del Sáhara Occidental, Túnez y Libia. Que esos movimientos han tratado de ser anulados, sofocados o instrumentalizados por diferentes poderes y que ha llegado la hora de consolidar estados democráticos de nueva planta que trabajen en alianza unos con otros y que no se enreden en pleitos fronterizos, ideológicos o hegemónicos.
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RESUMEN. Veo las cosas con un cauteloso optimismo y no sin ver riesgos colaterales...



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