Entrevista con Garret Hardin, uno de los grandes "profetas" de las teorías favorables al cambio de sistema económico mundial por razones ecológicas y civilizatorias.
La idea de que este mundo tal como está planteado no es
viable es tan vieja como la misma civilización. De siempre han existido
apóstoles y profetas a favor del cambio radical de las pautas de comportamiento
social. Los primeros cristianos. Los cátaros en la edad medieval europea. Los
utopistas en las edades modernas. Los comunistas utópicos creadores de
falansterios en la era del primer capitalismo. Los hippies de nuestra juventud.
Hay una línea del tiempo a lo largo de la historia y de las civilizaciones
partidaria de la vida sencilla y virtuosa y es muy posible que esa corriente
filosófica eterna alcance sorprendentes cotas de popularidad en nuestro tiempo.
A veces puede que venga cargada de espíritu milenarista y a veces adoptará una
simple formulación práctica y alejada de cualquier perfil combativo.
Hoy si algo podemos tener claro es que el decrecimiento
vendrá pero forzado por los acontecimientos y las circunstancias. Y que
afectará a una parte de la sociedad, la mas vulnerable: las clases pobres y
medias de las sociedades occidentales. Esas poblaciones, junto con aquellas
marginadas por la globalización en inmensas áreas del mundo- África, América
Latina y regiones asiáticas- tendrán que buscarse la vida en territorios fuera
de los mercados oficiales a través de movimientos solidarios-la vieja
solidaridad-,cooperativos, informalidad fiscal, autoconsumo, etc.
Los afortunados detentadores de renta seguirán observando
pautas de consumo cercanas a las actuales sin detrimento que en su seno se
vayan instalando corrientes filosóficas partidarias de una vida más sencilla,
de unos modos de consumo más sostenibles, etc. Los nuevos ricos, fracción
creciente del poder financiero, se comportarán como eso, como nuevos ricos, y harán
del consumo suntuario una de sus señas de identidad. Nada nuevo, por cierto. Recuperen
ustedes el gusto por los escritos de Thorstein Veblen y verán.
La idea de las tres revoluciones industriales, motivo de reflexión
que nos invitó a escribir estas líneas, no deja de ser una construcción
ideológica para facilitarnos la comprensión y la simplificación de fenómenos
muy complejos. Por ejemplo, sería oportuno destacar como la segunda y la tercera
revolución se imbrican entre ellas a través de las tecnologías robóticas. O
como las tecnologías de la información han permitido desarrollar programas de
formación y de capacitación para técnicos y trabajadores de las industrias
típicas del segundo ciclo desarrollista en países como china o India. De alguna
manera la tercera revolución ha permitido que la segunda alcance su máxima
expresión.
Son muchos los científicos que mantienen que el ciclo de
explotación de la tierra no ha tocado techo y resuelven la teoría de los
“recursos limitados” de forma radical. Apuestan porque nuestro planeta está por
descubrir en una gran parte como objeto de explotación. De forma literaria
algunos hablan de que nuestro planeta debería llamarse Mar y no Tierra. En el
mar, según los portavoces de estas teorías neodesarrollistas, tendremos la
respuesta a la precariedad energética mediante el descubrimiento de nuevos
yacimientos submarinos de petróleo y otras fuentes de energía. Que en el mar
está la respuesta a muchas preguntas nacidas de las industrias biotecnológicas,
etc. Si añadimos a esto el dogma de la teoría de la sustitución- ese fenómeno
por el cual a partir de un coste determinado existirían incentivos para el
cambio de materias primas o de tecnologías de producción y consumo- no
deberíamos tener dudas sobre lo lejano, para esas mentes, de un mundo
obsesionado por el decrecimiento. Con esa fe tecnológica resuelven de una
tacada los problemas medioambientales y las crisis sociales derivadas del mal
gobierno. Felices ellos.
Algunos, más románticos o alucinados, entre los partidarios
del crecimiento eterno, llegan a contarnos historias de ciencia ficción sobre
nuevas fronteras planetarias y aventuras en los cielos que nos permitirán
seguir manteniendo el modelo depredador de la naturaleza a escala estelar.
Deben haber visto muchas películas de guerras de las galaxias pero ¿y si
tuvieran razón? Puede que nuestra generación de abueletes no lo veamos. ¿Pero
podemos afirmar lo mismo para las generaciones del próximo futuro?
El capitalismo ha avanzado siempre a costa de procesos de
innovación tales como
-innovación expansiva. Por
ejemplo el Ford T o, ahora, la economía en la nube. Se transforma todo un
tejido económico gracias a la emergencia de un nuevo sector productivo que crea
empleo y nuevos negocios. A veces estas innovaciones pueden ser disruptivas,
pueden alterar el equilibrio de sectores enteros. Por ejemplo el diseño gráfico
por ordenador supuso la desaparición de sectores enteros de la economía.
-innovación de mantenimiento. Se
trata de hacer lo de siempre pero con procesos mejorados. Por ejemplo, el
Toyota Prius. Se defienden empleos, no se crean empleos nuevos pero suponen una
forma de mantener estructuras.
-innovaciones de eficiencia. El
caso de las miniacerías. Reducen el coste de fabricación y su distribución.
Reducen los empleos pues los racionalizan pero evitan destrucción de sectores
enteros al tiempo que liberan capitales que ahora se pueden dedicar a otros
procesos innovadores.
Del equilibrio entre estos formatos de innovación surgen
procesos virtuosos o enfermizos en materia de empleo y de paz social. Y hoy los
técnicos, los economistas y los sociólogos, no se ponen de acuerdo en cómo incentivar
un proceso de innovación sobre otro. Hay seguridad, sin embargo, en que el
orden fiscal y económico actual no favorece la puesta en marcha de innovaciones
expansivas.
El capital abunda y es barato pero ya no podemos medir su
eficiencia en términos particulares. Hay que buscar objetivos de cambio social
positivo y ello es incompatible con el capitalismo que conocemos orientado en
exclusiva al beneficio particular. Hasta ahora hemos hecho frente a esta
situación mediante el control por el Estado de eso llamado el “bien común” y por la
práctica “humanística y responsable” de algunos sectores del capitalismo
comprometidos con la sociedad. Eso se ha acabado pues el Estado ha dimitido de
su vocación y las empresas se han desvinculado, debido a la crisis, del
gobierno de la política. Incluso sectores enteros del pensamiento liberal se
han adelantado a las circunstancias y han construido toda una ideología ácrata
capitalista partidaria de la destrucción del Estado o cuanto menos de su
reducción a su mínima esencia.
Todo ello nos lleva a pensar en cuales sean las estrategias
de fortalecimiento del Estado si es que acaso existen fuerzas políticas y
movimientos sociales que apuesten por esa conducta, por el control de la
globalización y por nuevas políticas fiscales que obliguen al empresariado y a los
poseedores del gran capital a plantearse una nueva ética a cambio que se le
facilitan recursos para invertir en innovaciones socialmente útiles. Este será
el terreno posible de emergencia de un nuevo pacto social. Y a escala global,
pues al final tendrá razón don Carlos Marx en aquello de que la única
revolución será mundial o no será.
Pero todo seguirá pendiente durante un largo trecho de
factores políticos de muy difícil manejo para conseguir renovar ese viejo pacto
social construido a lo largo del siglo xx y especialmente a partir de los años
30 y 40 entre el liberalismo y el socialismo. El pacto por el cual los
socialistas aceptaron el mercado y los liberales el estado del bienestar. Gracias
a ese pacto pudo construirse la democracia moderna de masas. Vivimos todavía,
formalmente, en ese pacto pero desgraciadamente hay fuerzas empeñadas en anularlo
e imponer por la fuerza un retorno a viejas fórmulas capitalistas lo que tendrá
como consecuencia también el retorno de viejas retóricas anticapitalistas. Pero
ya no serán las cosas igual. El capitalismo difícilmente tendrá una salida
dickensiana y el comunismo y el fascismo no serán aceptables para la gran
mayoría como respuesta. No digo yo que las respuestas sean mejores,
probablemente sean peores, por lo que puede que el miedo al vacío genere esos
movimientos alternativos y la búsqueda de un nuevo consenso social.
¿Saben que les digo? Que de esto del nuevo pacto social
tendremos que seguir hablando. Lo que tiene uno que inventarse para mantener el
blog….