30 de junio de 2007

Me voy para Ribadeo

Un año mas a Ribadeo. A caminar y correr a primera hora. A recibir los primeros rayos de sol. Subir por la carretera de Santa Cruz, por el club de tenis, bajar al puerto de carga. Recorrer la línea de la costa a trote cochinero. Subir por la cuesta de San Miguel, entrar por las cuatro calles y hacer parada para comprar el periódico en San Francisco. Al final por el mercado y la avenida de Galicia hasta la zona deportiva y escolar cercana a la estación del AVE.

Luego a la playa secreta donde a veces estamos solos. Un libro, un bocadillo y la lata de cerveza.

Mas tarde recorrer el dédalo de carreteras y caminos que te llevan por las playas hacia el oeste. Perderse como siempre aunque este año con mi flamante GPS que me ha regalado mi prima Michelle por lo menos podré encontrar el camino de vuelta a casa. Como siempre horrorizarme por el follón y la fealdad suprema del “amueblamiento urbano” de la playa de las catedrales. Gozar una vez mas de las enormes playas y de los caminos de piedra, esos si bien hechos, de las playas mas cercanas a Barreiros.

Luego la siesta con algún libro de la colección de Pepa y Nenó. Charlar un ratito con la “ratita” Maria Eugenia. Por la tarde paseo urbano, a la vieja usanza, caballero de vieja estampa. A veces llevar la cámara de fotos y retratar algún aspecto perdido de la vieja Ribadeo. El pulpo de San Francisco que no falte, la terraza del Cantón. Y así todos los días. Miento. De vez en cuando excursiones por el monte, por Asturias, por Mondoñedo. De vez en cuando cena con los amigos, con esos madrileños a veces tan denostados por los locales. Con los “territoriantes” como les llaman algunos urbanistas resabiados de Asturias, según nos cuentan en Apuesta X Asturias. Por cierto que son madrileños de Granada, de Burgos, de todas partes, también de Madrid. Debe ser que los madrileños nos parecemos a los de Bilbao que nacemos donde nos da la gana.

Sigo la actualidad ribadense a través de algunos blogs, como Ribadeando y Vida Socio Política. El primero en la lengua de Rosalía. El segundo en castellano. Me entero que ha cambiado el alcalde. Percibo un desencanto en la sociedad civil. Hay dudas sobre el futuro de Ribadeo. Algunos quieren convertirlo en una ciudad moderna llena de nuevos edificios, supermercados y avenidas; otros prefieren la calma de la villa vetusta.

Me resulta difícil hacerme mi propia idea. Creo que el desarrollo urbano se hace incontrolable, incluso en las mejores condiciones de partida y bajo la mas sensata conducción política que podamos desear. Creo que no es tan lineal como se afirma que siempre ganan los de fuera y pierden los de dentro. Primero por que los de fuera no forman un único partido. No tiene nada que ver el “madrileño” que lo único que aspira es a poseer una bonita casa y disfrutar de sus vacaciones o jubilación, y que a veces se convierte en el mas fanático seguidor del status quo, que el otro “madrileño” que va en busca de negocio urbanístico o de aquel otro que ve un hueco en el entorno profesional del pueblo y abre un negocio o un despacho desde el que ganarse dignamente la vida aportando su experiencia y su trabajo. Tampoco es lo mismo el trabajador local al que los precios de la vivienda le expulsan de su entorno de siempre, que el profesional de la banca o del comercio que sabe mejor que nadie como aprovechar la ola a su favor, no digamos nada del político o del funcionario espabilado. Creo que cada ciudad tiene su propia dinámica. Ejemplos los hay para todos los gustos. Invito a los urbanistas a analizar modelos como el de La Granja de San Ildefonso, ciudad estamental dividida entre los locales y los foráneos con equilibrios según época. San Lorenzo del Escorial, otro caso de libro, etc. El patrimonio cultural y artístico de Ribadeo tiene que ser pieza esencial en cualquier proyecto. Yo creo que Ribadeo tiene el peso suficiente como para erigirse en referencia cultural de una parte considerable del litoral gallego y hasta del asturiano. Pero para ello hace falta seguramente hacer coincidir los intereses de una mayoría. Y tener capacidad de negociar. También de inventar. También de huir de la dictadura de la memoria, de esa memoria que nos hace refugiarnos en la ciudad de nuestra infancia o de nuestro sueño. Esa ciudad ya no existe ni en Ribadeo ni en ningún otro sitio.

Como iba diciendo, me voy para Ribadeo. Y voy a aparecer poco por esta casa. Que tengais buenas vacaciones.

24 de junio de 2007

El fin del caso Leganés.


Con el cierre judicial del caso Leganés se da, tarde y mal, una solución al grupo de profesionales del Hospital Severo Ochoa que habían sido denigrados y maltratados en los planos personales y profesionales por el simple hecho de haber hecho un ejercicio humanista y responsable de la práctica médica en cuidados paliativos para enfermos moribundos y desahuciados.

Confundiendo interesadamente los debates sobre la eutanasia con el tratamiento final a las personas con padecimientos terminales, una coalición de abogados y vividores del cuento de la lucha contra los errores médicos unidos con las cavernas ideológicas de la ultraderecha cristiana española han conseguido inducir el miedo en los profesionales hospitalarios de Madrid y posiblemente de toda España. Hoy es muy común que a pacientes terminales se les niegue su derecho a tener una muerte digna y libre de dolores y de agitaciones agónicas. El argumento es Leganés y el peligro en el que incurren los profesionales de ser denunciados por sus mismos compañeros e incluso por las propias autoridades que les dirigen. El doctor Montes, verdadero santo laico de una práctica médica legal pero que cuesta ser reconocida como normal en España, explica muy bien en esta entrevista lo que los madrileños y los españoles en definitiva nos estamos jugando.

Pero no nos creamos que solo sean esas las razones para impedir el acceso a tratamientos paliativos a enfermos terminales. Hay una cultura de fondo bien instalada en la mente de los españoles de que morir, como parir, es algo asociado al dolor. Dolor como tributo necesario a nuestro paso por este valle de lágrimas. Nos tragamos esa ideología desde pequeñitos y al final de la vida de los nuestros y de nosotros mismos tenemos un cacao mental de cuidado. Tenemos un cierto sentido masoquista de la existencia y la crueldad forma parte de nuestros genes culturales. Pongamos que hablo de la famosa Fiesta Nacional o del maltrato generalizado a los animales para entender que el dolor, sobre todo si es ajeno, es asumido como factor de vida.

Es solo cuando nos encontramos ante la realidad de un ser cercano padeciendo estos inconvenientes cuando realmente percibimos la profundidad de la ideología del dolor y como nos afecta en lo personal. Desde médicos que utilizan argumentos que terminan por culpabilizarte por pedir para tus mayores un trato paliativo hasta enfermeros y personal no sanitario que son capaces de contarte todo tipo de leyendas urbanas en contra de la sedación. Y caravanas de santurronas y congregantes que se pasean por las habitaciones de los hospitales públicos con sus mensajes de ultraderecha. Hasta capellanes, pagados por el propio sistema público que se erigen en controladores de los profesionales. Y administraciones que imponen sobre los fármacos controles que implican para los médicos y la enfermería extraordinarios trabajos administrativos.

Me alegro mucho por el doctor Montes y sus compañeros de Leganés y me sumo a todos aquellos que exigen su rehabilitación en todos los planos en los que se han visto afectados pero tengo la sensación de que las cosas no están ni estarán medianamente bien durante algunos años. Se necesita un cambio cultural que arranque el problema de los cuidados paliativos de las manos de moralistas de tres al cuarto. Y yo no veo a esta sociedad realmente sensibilizada con el problema.

POSDATA

Unas horas después de escribir este post muere mi padre debidamente atendido por profesionales del Hospital de la Princesa de Madrid. En todo momento los médicos y las enfermeras le han aplicado los cuidados precisos y en sus precarios y duros últimos dias no han dudado en proporcionarle los mejores alivios que le evitasen sufrimientos innecesarios. Tenía 98 años.


18 de junio de 2007

15 de Junio de 1977. La transición española hacia la democracia.






Hace 30 años de las primeras elecciones democráticas en España. Las televisiones y los periódicos programan informativos especiales. Los políticos y los periodistas rememoran aquellas jornadas. Sobre la transición se han ido construyendo dos teorías antagónicas. La versión dulce que nos habla de unos políticos capaces de acordar y de una sociedad vigorosa que empujaba hacia la libertad animosamente. La otra versión, la cínica, que nos cuenta una transición cicatera dirigida por una clase política a la busca de su propio y particular espacio en el marco de una sociedad pacata y asustadiza.

Creo que las cosas fueron produciéndose de por si. Una fracción del régimen dirigida por Juan Carlos consideró necesaria la transformación del sistema y una oposición débil políticamente pero socialmente influyente consiguieron crear una fórmula de éxito en la que todo el mundo quedase contento. Seguramente unos hubieran querido limitar el alcance de los cambios y otros haber conseguido transformaciones mas vistosas. Los propios resultados de las elecciones de 15 de Junio de 1977 fueron el mejor motor para consolidar la precariedad del proceso que hasta ese momento no dejó de ser una simple reforma administrativa del viejo régimen. Hubo pocos damnificados, si es que hubo alguno. A ningún funcionario ni jerifalte del franquismo se le tocó un pelo. Incluso muchos de ellos se instalaron con comodidad en la nueva situación. De repente todo el mundo era demócrata. Los demócratas de toda la vida asistían al parto de la democracia con la satisfacción del deber cumplido y con un cierto regusto de que las cosas salían de una manera no prevista y poco vistosa. Pero era igual, el caso es que por primera vez el pueblo español podía expresarse en libertad. Por supuesto que en ambos lados hubo sus mas y sus menos. Algunos consideraron que la traición a las esencias del viejo régimen era un error y se quedaron al margen de la evolución futura de la política. Ese error primigenio sigue impidiendo que la extrema derecha sociológica española tenga una expresión política propia como en otros países de Europa. Por la izquierda también se produjeron disensiones inmediatamente. Algunos no soportaron la imposición de los símbolos franquistas o vieron en los cambios una simple continuidad del viejo régimen. Fueron los primeros desencantados. Algunos convirtieron el desencanto en un error estratégico como ETA, que desgraciadamente siguen operando como si en España, y en el País Vasco, no hubiera pasado nada.

La mayoría de la gente entendió que aquello era lo mejor posible y se apuntó a la función con mayor o menor entusiasmo. Los panegiristas de la transición les llamaron los protagonistas del cambio. Pero en realidad los protagonistas fueron los políticos. Los nuevos políticos. Aquellos que enseguida aprendieron las técnicas electorales mas modernas. Aquellos que supieron crear nuevas estructuras, las Comunidades Autónomas por ejemplo, que dieron acomodo a toda una generación de profesionales de la política que de otra forma no hubieran aparecido. España necesitaba una nueva generación de dirigentes sociales para afrontar los cambios necesarios. La transición fue un éxito en ese sentido. Hasta hoy, en la que parece que esa obra transformadora ha llegado al límite de su elasticidad. La diferencia era que entonces parecía existir una opinión generalizada a favor del cambio. Nadie estaba satisfecho con la situación. Hoy creo que nos falta ese estimulo. Nuestros políticos están instalados en el mejor de los mundos y no se ve una generación de profesionales interesados en incorporarse al mundo de la vida social y política para introducir cambios. Nuestra sociedad no cree que la política merezca una atención especial. Y no tenemos un Franco a punto de morirse.

11 de junio de 2007

Las bodas de antes

Imagen extraida de la colección del periódico 20Minutos



Esta foto procedente del Museo Virtual de Viejas Fotos, del que ya he hablado en este blog, me permite recuperar algun recuerdo de los años sesenta. Hablando de bodas.....

Si un robot con un programa de inteligencia artificial analizase las ceremonias de boda que se celebran en estos días llegaría a la conclusión de que son todas iguales. Dejando aparte las bodas gitanas que siguen instaladas en patrones antiguos y posiblemente las bodas gays, aunque en este caso ya se ven alarmantes símbolos de conformación a la norma común, parece como si todo el mundo se casase de la misma manera. Se ven chaqués a tutiplen en las bodas de los trabajadores. Hace unos años era imposible imaginarse a un obrero de la Pegaso o al hijo de un taxista casándose vistiendo de pingüino. Ni a la hija de la portera luciendo un último modelo principesco digno del Hola. Parece como si los gustos de las clases altas permeasen hacia abajo en el ceremonial nupcial. Las creativas pamelas de las bodas de alto copete se exportan hacia todos los territorios sociales. No seré yo quien me oponga al aparente deseo de quedar bien que hoy embarga a las clases medias y trabajadoras de España. De siempre las bodas han sido un ejercicio de dispendio. Hasta en los peores tiempos del hambre se procuraba tirar la casa por la ventana.

Antiguamente, pongamos hasta los años ochenta, cada clase social adoptaba un perfil de celebración propio y particular. Las clases altas se casaban en los jerónimos y celebraban en el club de campo. Las clases medias en la concepción o en la iglesia de covadonga, pongamos que hablo de Madrid, y daban los banquetes en hoteles urbanos. Y las clases mas humildes en iglesias de barrio de pobre arquitectura e interiorismo, celebrando las “comidas” o “cenas” de boda en algún restaurante de barrio o incluso en las propias casas de la familia. La decoración floral pasaba del barroquismo servido por las mejores floristerías hasta la sencillez mas provinciana de un único ramos de novia. El “catering”, genial palabra inexistente entonces, podía variar desde el mas extraordinario y florido menú repleto de exquisiteces con nombré francés hasta los mas ordinarios entremeses de chorizo y ensaladilla rusa y el cordero asado o la ternera de reglamento. De los champán franceses mas sofisticados a la mas humilde sidra asturiana el gaitero. De los vinos de reserva, regalo del tío de la novia cosechero de la rioja, al valdepeñas de la bodega de al lado. De las copas de sobremesa de malta y coñac al tradicional solysombra.

En cuanto a los rituales podíamos asistir a bodas muy protocolizadas hasta explosiones de desorden vital. Desde el ringorrango de los discursos a la francesa, piezas muy trabajadas por familiares inclinados al ejercicio de la retórica nupcial hasta los gritos mas desaforados de vivan los novios, los padres de los novios, las familias y hasta la madre que les parió.

Musicalmente las variaciones iban desde estudiados repertorios trabajados duramente por el tío melómano de la novia y ejecutados por grupos de cámara hasta el pickup manejado por una especie de DJ de la época que solía ser amigo del novio y que tenía experiencia de organizar guateques. Desde el vals mas ceremonial al pasodoble cañí mas rumboso.

Entonces las hoy famosas fiestas de despedidas de soltero o no existían o desde luego no pasaban de ser simples invitaciones de ronda en el bar de cerca del trabajo.

Si vamos mas allá, es decir mas abajo temporalmente hablando, y recordamos bodas de los cincuenta y los cuarenta con el procedimiento de sacar fotos viejas de las cajas de cartón de casa del abuelo, veremos como era común casarse las novias de oscuro. Había que ahorrar o se acababa de morir algún pariente. En aquellos años la gente se moría con mas frecuencia. Hoy no se muere nadie.

Concluyendo. Las bodas de hoy tienden a parecerse como gotas de agua unas a otras. Se ha perdido riqueza antropológica y variedad ceremonial. Es una pena pero así son las cosas. Por mucho que la institución matrimonial se abra a nuevas figuras como las bodas entre personas del mismo sexo parece que estamos condenados a la pamela y al chaqué y que la reserva racial de la vieja boda popular a la española con cencerrada y corte de corbata está condenada a la extinción. Pues que Vivan los novios.

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