3 de febrero de 2008

Juegos infantiles de calle en el Madrid de mediados del XX


¿Qué hacían los niños antes de la Wii y de la PS? En los tiempos en los que la TV era una excepción en las casas. Cuando los colegios no tenían las dotaciones de ahora. Y no existían los ordenadores.

Pues estaban en las calles. El poco tráfico permitía que desde muy pequeñitos los niños pudieran estar en la calle con mas facilidad que ahora. Existían en Madrid unas cosas llamadas bulevares. Y se practicaban unos juegos infantiles que hoy solo son materia de estudio por parte de antropólogos culturales.

Antes de que la memoria se escacharre definitivamente acosada por el doctor Alhzeimer o el aburrimiento voy a tratar de rememorar los juegos de un niño de barrio del Madrid de 1955 a 1965.

Éramos los primeros niños con una dieta razonable, pocos años hace que ha desaparecido la cartilla de racionamiento. Nos daban leche en los colegios. Leche que mandaban los americanos. Recuerdo unas botellitas con la boca ancha cubierta con aluminio. El Vitacal, un sucedáneo de chocolate que contenía calcio, que permitía el escatológico lema aquel de “chaval toma vitacal que el culo te huele mal” formaba parte de la dieta callejera de entonces; era junto con los caramelos Saci, el paloluz y los polos de agua las chuches de entonces. También fuimos los primeros niños que tomábamos yogures de la marca Danone por supuesto. Y hasta jamón de york. Pero en cuanto a juegos me temo que éramos absolutamente dependientes de la creatividad de las escuchimizadas generaciones anteriores.

Los niños del barrio de la Prosperidad de aquellos años era difícil que fuesen propietarios de una bici. Si acaso un triciclo. Canicas, peonzas, camiones o coches de lata.

Si nuestros padres o hermanos mayores jugaban al pídola, nosotros lo hacíamos al dola. El dola era posiblemente el juego deportivo mas practicado en aquellos años. Un chico hacía de burro y por encima de su cuerpo doblado saltaban los demás practicando toda suerte de golpes siguiendo las instrucciones de la “madre”. El lique, la taba, el doble lique, la culada, etc. Eran golpes con el pie en el trasero del burro o caídas sobre el cuerpo del pobre burro. Según se alargaba el juego el salto sobre el burro había que practicarlo desde mas lejos lo que provocaba que de salto en salto cada vez hubiera mas burros que saltadores. Había algunas variantes. A veces los burros se fijaban sobre la pared y el ejercicio consistía en acumularse saltadores uno encima del otro. Otras veces el salto había que practicarlo sobre un grupo de burros mas o menos largo. Recuerdo algún pareado con el que se acompañaba el juego. A la una anda la mula, a las dos anda el reloj, a las cuatro salto, a las cinco brinco…y así.

Si el dola era un juego practicado en exclusiva por los varones, tengan ustedes en cuenta que los colegios de entonces no eran mixtos, existía un juego que se practicaba por niños y niñas. Era el juego del pañuelo. Los equipos se formaban por jefes de fila que elegían por turno, previamente definido por el viejo procedimiento de echar pasos, aquello de oro, plata, monta y cabe. En el centro un niño mantenía un pañuelo en el brazo extendido. Desde cada uno de los lados y a una distancia de unos veinte metros mas o menos, saltaban los competidores de turno. El asunto consistía en arrebatar el pañuelo y llevárselo a tu campo sin que el adversario pudiera tocarte. No solo era cuestión de velocidad. También de la picardía de amagar y provocar que el contrario entrara en tu campo sin que tu hubieras tomado el pañuelo, cosa que descalificaba.

El “tu la ligas” era una versión de los antiguos juegos de alcance y contacto. La cosa consistía en evitar que nadie te tocase antes de llegar a tu refugio. Si eras alcanzado te convertías en cazador. No tiene mucho que explicar. Creo que en versiones mas o menos brutas sigue siendo practicado por niños de todos los países y todas las edades.

Los cromos. Creo que fuimos la primera generación en coleccionar cromos. De futbolistas, de ciclistas, poco mas. Pero no solo la cosa consistía en coleccionar las estampas. También en ganarlas por el procedimiento de levantarlas con el vuelo de la mano y ser capaces de darlos la vuelta. El golpe de la mano en el suelo, la concavidad que eras capaz de formar, el efecto que lograbas determinaba que fueses capaz de mejorar tu colección o de perderla. Por supuesto que existía el intercambio de cromos, en los patios de los colegios, en la calle, en cualquier sitio y lugar. Era como jugar a la bolsa, un bahamontes podía costar tres timoneres, un puskas cuatro Vavás.

La peonza. Echarlas a rodar. Recogerlas con la mano. Pintarlas de colores. Caparlas. Mojar la cuerda. Enhebrar la cuerda en las monedas de real para formar el tope. ¿O tengo que dar mas detalles?

Las chapas. Complejo juego que consistía en montar circuitos en la arena o en el pavimento, con sus cunetas de tierra o señales de tiza, sus puertos, curvas y rectas de meta. Había que prepararse las chapas. Tenían que ser planas, bien pulidas en el granito de los alcorques. En el fondo se colocaban recortadas fotos de los ciclistas del momento o banderas nacionales. Luego una tapa de cristal bien troquelada y un fino cerco de masilla para sellarlas. Por supuesto que tenías que tener habilidades digitales- de las de antes de los ordenadores por supuesto- y capacidades de lograr efectos para superar las curvas mejor que tus competidores. O sea, que tenías que reunir las facultades de un ingeniero de caminos, canales y puertos mas las de hábil diseñador y un eficaz juego de muñecas y de dedos. Era el juego rey del bulevar de General Mola, hoy Príncipe de Vergara. Una versión menos común consistía en simular partidos de futbol. En ese caso las chapas llevaban fotos de futbolistas.

Las canicas y el guá. Todo consistía en meter la bola en un agujero- el guá- y desde allí poder tocar otras bolas y volver al guá. Había bolas de barro, de cristal y de acero. En el juego se ganaban o se perdían bolas. No recuerdo el valor de cada bola, creo que las de acero valían tres veces mas que las de barro. A ver si algún colega de aquella generación se acuerda.

El clavo. En épocas de lluvias se jugaba sobre el suelo húmedo a clavar sobre espacios previamente dibujados un clavo, destornillador o lima sobre el suelo. El juego consistía en ir ocupando cuadros. El juego tenia sus peligros y aun recuerdo como a un niño de la Colonia del Pilar le sacaron un ojo un aciago día. Mucho mas peligroso que todos los juegos de armas virtuales actuales.

Creo que algún niño jugaba al aro. Pero aquello de los aros nos parecía cosa de niños un tanto cursis. Puede que viese por entonces algún yo-yo y por supuesto diábolos. También se practicaban malabares con las pelotas de goma que te regalaban en Segarra al comprar zapatos. Parece que perroflautas han existido en todas las épocas. El circo no goes to the town. Esto de los circos ambulantes era mas bien cosa de los pueblos o de las ciudades pequeñas. A Madrid solo llegaban compañías como el Circo Ruso o el Americano y te tenían que llevar al circo. No recuerdo cabalgatas circenses por el barrio. Si acaso algún grupo de gitanos con la cabra y la trompeta. Deplorable espectáculo.

La taba. También se jugaba a la taba. No soy capaz de recordar como se llamaban las cuatro posturas del juego ni la jerarquía que tenían. Si creo que a la taba jugaban los niños mas golfos. Los que sin duda años mas tarde dedicarían buena parte de sus ingresos a los dados y a las cartas.

Policías y ladrones. El rey de la montaña. Juegos que aprovechaban la topografía urbana de aquellos años. Solares gigantescos sobre lo que después sería la prolongación de General Mola desde Francisco Silvela hasta la actual Plaza de Cataluña. Vaquerías abandonadas. Refugios antiaéreos de la guerra civil todavía sin clausurar. Los diversos juegos del escondite.

Y por supuesto los juegos náuticos. Por aquel barrio pasaba en superficie el famoso Canalillo. Y la “manga riega que aquí no llega”. No creo que necesite dar muchas explicaciones. O si?

Una curiosidad de aquel barrio y de aquellos años. Por los años 53, 54 y 55 llegaron los americanos de EEUU a Madrid. Una de las casas que se levantaron entonces, justo en la esquina de Príncipe de Vergara, antes Mola, con la calle Pedro de Valdivia, alojaba a personal de la base de Torrejón. Debía de ser antes de que esas personas se mudasen al Encinar de los Reyes donde construyeron una especie de réplica de los típicos barrios de chalets americanos con sus jardincillos sin cerramientos. El caso es que con la proverbial simpatía de los sobrinos del Tío Sam lograron que los niños del barrio nos aficionásemos al béisbol. Regalaban camisetas y gorras y los bates de béisbol se hicieron normal herramienta entre nuestras manos. Picher y cacher eran palabras normales en nuestro diario acontecer. Creo que durante unos meses jugabamos mas al beisbol que al futbol.

Por supuesto que también jugábamos a los médicos . Si quieres mas detalles sobre el juego tendrás que esperar al próximo capítulo. Espero para entonces contar con las aportaciones que mis coetáneos tengan a bien hacerme llegar, si es que alguno se acerca por este ciberbarrio.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Nací en el 59 y hasta el 67 que nos fuimos a Italia recuerdo haber jugado prácticamente a todo lo que dices, especialmente con la peonza; los cromos (con todos sus ritos y reglas de intercambio) que no sólo eran de fútbol (que a mí nunca me interesó), sino de ciudades de España, de Historia Sagrada, y no sé de cuántas cosas más; las chapas y sus juegos que tan bien describes; las canicas (que eran verdadera moneda de cambio entre chavales). También recuerdo las pistolas con las famosas tiras de pólvora, cuyo penetrante olor asociado a nuestras infantiles batallas campales lo huelo como si fuera cosa no ya de no ayer, sino de hoy mismo. Claro que a mí sólo me dejaban jugar, a parte de en el colegio, en el parque o en la plaza, bien vigilado por mi abuela... Nada que ver con las peleas de mi padre en el Madrid de la inmediata posguerra con sus "colegas" a pedrada limpia. Yo siempre fui un niño (muy a mi pesar) muy vigilado y seriecito "a la fuerza".
Por cierto, mi mejor amigo y compañero de juegos en el barrio de Quintana era el hoy justamente famoso psiquiatra y novelista José Carlos Somoza. Con él, bajo la atenta mirada de nuestras respectivas abuelas (la suya una señora cubana dulcísima, angelical, doña Herminia, que se escribió durante muchos años, hasta su muerte, acaecida en Málaga, con la mía) compartía todos esos juegos.
¡Gracias por suscitar la evocación!

http://eldoctorhache.wordpress.com

Ángel de Olavide dijo...

Que bien que traigas tus recuerdos del barrio de Quintana. El obispo Perelló, jo que tiempos....
Yo debí de tener una infancia algo asilvestrada..recuerdo las dreas y las peleas de barrios. algun dia trataré de los "juegos de guerra". La memoria del olor y del ruido de las pistolas de petardo...que bueno

Un abrazo

Adolfo Gasca dijo...

Pues en los ochenta tambien se jugaba mucho en la calle, incluso en mi barrio jugabamos a algo parecido al Dola que describes, luego había juegos muy curiosos, como uno que si no recuerdo mal se llamaba el bote, una especie de escondite con balón incluido, nosotros teniamos tambin una versión muy particular del beisbol, tambien jugabamos ala lima...

Recuerdo que en la pequeña explanada que separa nuestro edificio del siguiente no crecia la hierba en todo el año, ahora en cambio el verde abunda mientras los chavales juegan a sus maquinitas.

Ángel de Olavide dijo...

Que buena y poderosa imagen la de la yerba que crece para escenificar como los niños se han retirado de la calle para jugar a las maquinitas en sus casas. Creo que perder el sentido comunitarios del juego es una gran pérdida.

Gracias Adolfo por contribuir con tus propios recuerdos.
Un abrazo

miguel dijo...

Sou português e professor de Educação Física. Este post é muito interessante porque me permite perceber que tipo de actividade física praticavam os niños espanhóis, nesses tempos que já lá vão.Alguns destes jogos também se praticavam em Portugal embora, claro, com nomes diferentes. Eu próprio pratiquei muitos deles. Vendo bem, os niños são todos iguais...em Espanha, em Portugal ou em qualquer outra parte do mundo.

abraços

Ángel de Olavide dijo...

Gracias Miguel por la visita y el comentario.
Un saludo

Anónimo dijo...

Así que conoces también el "Obispo Perelló". Allí nos llevaba a misa mi abuela todos los domingos, pues era su parroquia (no sé si la nuestra también, porque nosotros vivíamos en el 12 de Ezequiel Solana, más allá de la entonces Carretera de Aragón, y eso tal vez pertenecía ya a Ntra. Sra. de Lourdes). Recuerdo que mi abuela, la higiene y la pulcritud encarnadas hasta cierta manía, si bien inofensiva, iba siempre provista de hojas de periódico (ABC) cuidadosamente dobladas y cuando llegábamos su hermana, ella, mi hermana y yo, que ocupábamos todo un banco o casi, empezaba la operación de llenar de papeles las tablas donde nos reclinábamos para que no nos ensuciáramos. Excuso decirte la vergüenza que pasábamos mi hermana y yo durante esas operaciones logísticas al inicio y al final de misa.

Ángel de Olavide dijo...

Hola Pablo
Tengo algunos recuerdos asociados al barrio de Quintana. Proceden de una época, años 67-71, en los que me tocó hacer algun tipo de militancia por ese barrio. No se si me atreveré a contar algun dia episodios de aquellos años. Te puedes imaginar que entre el pudor y el olvido no resulta facil. Que cosa mas curiosa la historia de tu abuela. Debía ser todo un personaje...

Un abrazo

Anónimo dijo...

Pues sí, Ángel, era todo un personaje (a parte de una persona buena como el pan). En los bares, siempre por la mencionada manía, pedía siempre, para ella y para nosotros, por supuesto, los cafés en vaso y no en taza, y examinaba los vasos al trasluz ante el camarero antes de dejar que se los sirvieran. Y en la casa de comidas donde solía almorzar repasaba con la servilleta los cubiertos (¡y eso que era un sitio de su total confianza!). ¡Excuso decirte aquí también nuestra vergüenza!
Muy interesante lo de tus actividades por el barrio. Ya seguiremos hablando, ¿no?

Unknown dijo...

Voto porque pierdas el pudor y la desmemoria!
De una muy pequeña capital de provincia en los ochenta no se qué podría aportar. Juegos con pelota en mitad de la calle con apenas un par de coches por hora a los que dejar pasar, mucha bici por descampados llenos de divertidísimos desniveles y montículos llenos de barro e intentos, ya más mayor, de imitar a los cinco o a los ñoños siete secretos de la Blyton. Al poco, ese barrio era casi centro, y en esa misma calle que cruzaba a diario para ir al cole casi desde los 6 años sin ayuda de nadie, hizo falta un semáforo.

Ángel de Olavide dijo...

Pues aunque en los 80 parece que viviste la transición desde la ciudad amable a la destruida por el tráfico. Ahora que te quiten lo bailao y la patinao.
No se si hacerte caso Brocco....
Un beso

Angel

Tomas R dijo...

Hola Angel,

Ha resultado muy grato leer este artículo, que me trajo muchísimos recuerdos de mi propia infancia y sorpresa al saber que las diversiones de los niños de los años 50-60 no eran muy diferentes de la de los años 70-80.

Yo creo que en la época de la Wii y de la PS el problema no es tanto la irrupción de la electrónica en sus vidas, como el hecho de que los padres de hoy no les prestan la debida atención (por el motivo que sea a sus hijos).

En los ochenta también jugábamos con el Tetris y el Comecocos en las maquinitas recreativas, pero eso no nos impedía irnos a un descampado o patio de colegio para echar unos partidillos de fútbol o a jugar al guá en el parque de la esquina...

Muy interesante el detalle del béisbol ;)

Un abrazo.

Ángel de Olavide dijo...

Hola Tomás

Te vas una temporadita pero luego retornas con una fuerza comentadora que uff, gracias por tus comentarios y un abrazo. Me alegra de ver que tus problemas tecnológicos están resueltos

Unknown dijo...

Yo soy del 60 y todos esos juegos lo jugue con mucho entusiasmó me crié el la plaza España pleno centro nuestro lugar de juegos era la torre madrid el edificio España y lo podeis imajinate todos los solares contiguos que más que eso eran como mi casa Que recuerdos nos mirábamos con puertas por las escaleras de la plaza cristiano Martos que era donde vivía por la cuesta de césped que había al lado con plasticos tremendo pero como lo pasábamos que bonitos recuerdos el cuartel del conde duque que alguna vez que otra nos sacaba el municipal que estaba en la puerta plaza de los guardias bueno chicos en otro ratito os cuento más cosas que nostalgia esos tiempos ya no vuelven un saludo amiguetes

José maria, de glorieta iglesia dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
José maria, de glorieta iglesia dijo...

quise decir compañeros, que los nombres de los lados de las tabas eran: hoyos, tripas, lisos y carneros, reitero mi agradecimiento por haberme ayudado a recordar aquellos tiempos ya muy lejanos pero no por ello olvidados. Un muy cordial saludo !!

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