A cuenta de los últimos episodios de corrupción política en España y otros acontecimientos señalados, tales como la apertura del proceso secesionista catalán, se han abierto algunas polémicas interesantes. Muchos, creo que anticipadamente, dan por finiquitado el sistema político español nacido en la transición y tratan de adivinar el después qué. Recuerdo un libro de Carrillo de finales de los 60 o principios de los 70 que llevaba el expresivo título de “Después de Franco ¿Qué?”.
He seleccionado como lecturas que dan pie a esta nota dos
artículos publicados en el mismo medio de comunicación, el periódico digital
eldiario.es: el primero en aparecer fue el del escritor Isaac
Rosa titulado “Vale, esto se hunde, ¿y luego qué?” y el segundo de Javier Gallego,
periodista y director del afamado programa Carne Cruda- antes en RNE y, después
de su despido, en la cadena SER- que lleva el expresivo título de “¿Y ahora
qué?”. Antes de seguir les pido que se los lean. Ambos son muy
interesantes. Ya les anticipo que estoy más cerca de la visión de Isaac Rosa.
¿Los han leído ya? ¿Cómo se les ha quedado el cuerpo? Como
verán ambos coinciden en definir la situación política española como terminal y
difieren en un aspecto crucial referido a las posibilidades de nacimiento de un
nuevo régimen o sistema que venga a resolver los problemas que nos aquejan.
Ahora toca mojarse. Y empiezo por lo primero. Creo que el
sistema actual tiene herramientas para superar, mal que bien, la situación de
bloqueo actual y que nos haríamos un pésimo favor si nos creemos que la salida
tiene que ser mediante la desaparición de los dos partidos dominantes de
nuestro sistema. Siendo verdad que la capacidad de regeneración de ambos
partidos brilla por su ausencia, la otra gran verdad es que los dos cuentan,
siguen y seguirán contando seguramente, con el auxilio de millones de votantes
que les otorgará un protagonismo sustancial en cualquier futuro electoral en
nuestro país. Y que eso no es casualidad. Los dos partidos representan la
historia, los sentimientos y hasta las devociones de millones de nuestros
conciudadanos. No nos equivoquemos. Detrás del PP está la España eterna, esa
España de clases medias temerosas de Dios, devotas del orden y de la compostura,
practicantes de unos ritos sociales basados en la familia tradicional y en el
peso de las costumbres. Y el PSOE a su vez representa el alma de un segmento
importante de las clases populares y medias que necesitan del estado para poder
defenderse, que quieren igualdad de oportunidades y desean que nuestro país no
quede totalmente en manos de empresarios, banqueros, curas, señores feudales y
demás clases eternamente favorecidas por el poder en España. Los primeros, los
seguidores del PP, por mucho que su corazón se les atragante a veces pensando
en soluciones caudillescas, prefieren, escuchando a su razón y a su experiencia,
que el proyecto que asocian a su destino esté representado por un partido lo
suficientemente democrático como para dar el pego aunque sus dirigentes les
parezcan débiles o excesivamente cautelosos. Los segundos por más que su
inteligencia les indique que necesitamos un país nuevo que dé un paso al frente
y renueve en profundidad sus estructuras temen que un proyecto como ese sea
imposible en el mundo y en el entorno en el que vivimos y asumen, posiblemente
con un miedo casi genético anclado en la triste historia de nuestro país, que
no está el horno para demasiados bollos.
Así son las cosas o así me lo parecen a mí. El horror al vacío
es un factor muy importante en política. No es casual que la experiencia histórica
que más invocamos para señalar los límites del actual sistema sea el periodo de
la Restauración. Los turnos, el sistema clientelar, la forma de llevárselo
crudo por parte de banqueros, grandes propietarios y demás poderosos, el peso
de la iglesia y el acomodo de las burguesías regionales de aquella época nos
resultan tan reconocibles que no dudamos en equipararla a la nuestra. Incluso
en su duración. Haríamos bien en repensar, por mucho que la historia no tiende
a repetirse, que deriva tuvo aquel régimen y por cuantas circunstancias,
tristes circunstancias, atravesó la vida de nuestro país antes de desembocar en
la II República. No fue un régimen precisamente amado ni caracterizado por su
limpieza democrática ni por su capacidad de regeneración. Sin embargo, y ahora,
la historiografía nos permite observar las luces y las sombras de aquel
periodo. Sabemos del significado de las aventuras coloniales, de la corrupción
de aquel periodo pero también sabemos de la riqueza intelectual en la que
España pudo vivir e incluso tendemos a recordad a algunos de sus protagonistas
políticos- digamos que Sagasta, que el mismo Cánovas, Canalejas y hasta
Romanones por exagerar- con una cierta distancia y hasta respeto histórico. Y
de su duración que decir?
También entonces, como ahora, existían fuerzas sociales,
intelectuales y políticas con ánimo revolucionario. Algunas incluso a
extramuros del sistema. Pero aquellas fuerzas no fueron nunca capaces de expresarse
en clave de bloque con posibilidades de superar el régimen de la restauración.
La República llego como consecuencia de un pacto que las fuerzas dominantes de
la época fueron capaces de armar. Al igual que lo hicieron con posterioridad en
nuestra transición. De alguna forma el franquismo fue la continuidad de la
restauración aunque fuese, al tiempo, la mejor demostración de su fracaso.
Este es el concepto al que quería llegar. Puede que la
salida al actual bloqueo aparente del régimen constitucional nacido en 1978 no
sea otra cosa que la expresión de su fracaso y la entrada en escena de un nuevo
grupo de poder populista y nacionalista español que tan bien encarnan
personajes como Aznar, Aguirre y Mayor Oreja. No es causal que esas gentes
estén aprovechando de forma muy inteligente las dificultades del PP jugando a
la berlusconiana el hueco que les permite aprovechar la muy posible caída del
equipo Rajoy. A muchos, de mi propio campo, se les hacen los ojos chirivitas
pensando que una opción de ruptura del centro derecha puede producirse. Lo
interpretan como una bendición. Yo les dijo que, al contrario, sería una
tragedia que nos retrotraería a viejos e indeseables tiempos.
Nadie puede asegurar como algunos impacientes sostienen que la
alternativa al actual sistema sea un nuevo pacto de San Sebastián o de la
libertad. Ni siquiera encarnando ese proceso vía personalidades como Garzón, a la
italiana manera de los jueces de Mani Puliti, las cosas tienen visos de
producirse así. Además, la emergencia de las opciones soberanistas en Cataluña
restan potencial a una posible alianza política regeneradora. Esas fuerzas ya
no están interesadas en coincidir con otras fuerzas políticas españolas.
Incluso la cercanía a esos movimientos soberanistas por parte de sectores y partidos
españoles por mucho que se enmarquen en argumentos favorables a la
autodeterminación o federalistas pueden restar fortaleza política a los mismos.
Por supuesto que todo lo anterior tiene sentido en el
entendimiento de que las salidas posibles tienen anclaje en cambios nacidos en
procesos electorales. Si alguno piensa en claves insurreccionales o rupturistas
todos estos argumentos no le servirán de nada, hasta puede que les de aliento
en su proceder a la vista de las dificultades que insinúo. Por otra parte, y en
circunstancias de deterioro tales que permitan anticipar un escenario electoral
rupturista parecido al griego, los que sueñan con ello deberían darse cuenta
que difícilmente algo similar se reproduzca en España. Son muchas las
diferencias históricas, las económicas, el peso en el conjunto europeo, etc. Yo
desde luego no apostaría por ello. Por lo menos en un plazo breve.
Y termino. Solo puedo ver una salida a todo esto que pasa
por el fortalecimiento de la actual fuerza dominante de la izquierda española
que no es otra que el PSOE que permita a esta fuerza armar un bloque electoral
y poselectoral a favor de un cambio radical, pero ordenado, del sistema. Un
cambio que cuando menos sirva para poder interpretar nuestra actual constitución
en clave democrática y progresista mediante un programa de gobierno que dé la
vuelta como un calcetín a la deriva antidemocrática y antipopular del gobierno
del PP pero también al modelo de gestión de los últimos gobiernos socialistas. Un
fortalecimiento que visto lo visto tendrá que producirse de forma traumática
pues me resulta imposible identificar al equipo de Rubalcaba con la
inteligencia, la fuerza y la voluntad necesaria para ese empeño. El equipo
Rubalcaba no ve la oportunidad que se les presenta y sigue atado a una devoción
inconsecuente a la institucionalidad formal de la constitución actual. Por ello
me imagino que las cosas tendrán que pasar por un interregno en el que la
espuela para que el PSOE inicie un proceso regenerador propio pase por un nuevo
fracaso electoral y la emergencia de una poderosa opción de izquierdas bajo el
pabellón, no hay otro, que representa IU.
Por lo dicho hasta aquí ya ven que pido años. Vivimos en una
de esas épocas en las que lo viejo se resiste a desaparecer y lo nuevo tarda en
presentarse. Siento ser tan cenizo. Otro día armaré la revolución que es
realmente lo que a mí me gusta.
2 comentarios:
Ángel, no veo que la capacidad de reforma de los aprtidos brille por su ausencia, sino que a su cúpula actual y clientela no le interesa que esa capacidad se ponga en marcha.
A partir de ahí, conservo una ligera distancia con tus planteamientos y conclusiones. Literalmente, soy mas impreciso; con las bambalinas que planteas y con las que en general estoy de acuerdo, la obra visible puede ser cualquiera, incluso la indeseada con el miedo escénico actual ruptura máxima. Pero, a medida que la fuerza de lucha se agota en la inacción combinada con la paulatina pérdida de posibilidades y poder del pueblo, parece que el destino nos acerca a una más poderosa fachada democrática sin consistencia que aloje un régimen de fondo fascistoide. Algo así como 'más de lo mismo' midiendo los límites para no llegar al desastre estructural, al tiempo que asegurando que, en ese caso, el desastre no legue a afectar de forma dura a la gente que ahora mismo tiene el poder efectivo.
Creo que la lógica del corto recorrido de un comentario se queda peldaños por debajo de lo que tu has brillantemente expuesto, pero con ello pretendo enfocar zonas de sombra tanto en tu razonamiento como en aquellos a los que te refieres. Sombra que no es solo lógica sobre la exposición, sino también real sobre el futuro de todos nosotros.
Gracias Antonio por dar cuerda a la cometa y abrir el diálogo. Ya sabes que no es fácil. Coincido contigo sobre las pocas ganas de los partidos mayoritarios para regenerarse. Salvo, y aquí está mi apuesta, que no tengan mas remedio forzados por un desastre electoral. Desastre que siempre será relativo por razón del sistema electoral que tanto les beneficia pero que hará ingobernable el pais salvo que se plieguen a la voluntad de otras fuerzas minoritarios crecidas. Si esta no es la salida entonces que Dios nos coja confesados. Como me dice un amigo sería conveniente recordar experiencias como la italiana: despues de los procesos de la época de la tangenttópolis no llegó la regeneración: llegó Berlusconi. Yo veo el riesgo de la emergencia de una derecha populista y radical que busqué la confrontación a través de un programa de reforma del estado en un sentido centralista. Eso abriría un periodo dificilisimo y peligrosisimo. Ese es mi temor. Y por eso lo conjuro, seguramente de forma ingenua, como lo hago.
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