Ilustración del comic Paracuellos de Carlos Giménez |
El juicio contra Baltasar Garzón está llevando a las primeras páginas de los diarios del mundo entero la tragedia de la represión franquista. Alguna compensación debía de tener esta locura judicial. Devolver la voz en los grandes medios a personas que toda la vida se han visto obligadas a mantener en silencio el dolor por la pérdida de sus seres queridos. Es un logro que podemos agradecer a esos magistrados que quieren cubrir con una losa de miles de kilos de peso la memoria de tantas gentes que aspiran solamente a encontrar el cuerpo desaparecido de padres, madres y abuelos.
Pero el dolor de la represión no se agota en el daño por los desaparecidos. Existen, por no hablar de tantos y tantos otros casos, miles de historias todavía sin contar de españoles que arrastran la pérdida de una infancia maltratada. De una infancia vivida en orfelinatos y hogares sociales durante los años cuarenta y cincuenta. Huérfanos y niños obligadamente abandonados por unas familias rotas. Abandanados en centros públicos e instituciones religiosas cuya regla de comportamiento no era otra que sostener un régimen de vida opresivo y humillante para los pobres niños que se vieron obligados a vivir en esas circunstancias.
Estos días estoy leyendo las memorias de uno de esos niños. Domingo Navarro pasó su infancia en centros de acogida, en internados y hospicios en los años finales de los 40 y en toda la década de los 50. La historia que nos cuenta, y que el autor titula "Penal de Inocentes", daría para realizar decenas de guiones cinematográficos. Hambre, sed- una sed imposible de saciar-, torturas, malos tratos. Pero también la grandeza de los escasos momentos de cariño, de solidaridad encontrados en los aquellas instituciones deshumanizadas. El papel de la iglesia, de las monjas, de los chicos mas mayores convertidos en tiranos. Estoy quedando con su lectura verdaderamente conmovido. Domingo cuenta su historia con una aplicación y sencillez admirables. Para una persona que desde los 19 años ha vivido en Alemania domina el español con una maestría que denota un fuerte apego a su origen.
Yo les recomiendo que lean su historia. La tiene publicada en PDF en su página web. Allí aprenderán que significaba ser cunero o chaquetero por ejemplo y tantas y tantas cosas que forman parte de nuestra historia clandestina, oculta.
Son tantas las cosas que ignoramos sobre nuestro pasado inmediato...Me ha hecho recordar la historia en comic que dibujó Carlos Giménez ya en los 70, que tanto me impresionó, y que se tituló Paracuellos. Por cierto que la ilustración que lleva el post corresponde a una viñeta de Carlos Giménez extraida de un comentario sobre otros dos libros de la misma temática que publicó recientemente Francisco González de Tena
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