El Renacimiento significó alterar las reglas de la política y derivarlas desde la brutalidad hacia el racionamiento y el poder “soft” que se dice ahora. Esa nueva visión “política” del gobierno tan bien ejemplarizada por Maquiavelo en El Príncipe resultó un cambio trascendental en las formas de ejercer el mando. Por supuesto que tendrá que ser la Ilustración y la revolución burguesa las claves del cambio definitivo que lleve a las sociedades modernas hacia la democracia y que anulen, o por lo menos anuncien su desaparición, otras manifestaciones de la barbarie política como la tortura inquisitorial y el desafuero.
Con la emergencia de los grandes medios de comunicación modernos,
especialmente la televisión, la forma de gobernar sufre otra variación histórica
significativa: los políticos tienen que ganarse el favor popular no solo con la
buena gobernanza o el amparo de la mayoría: deben masajear el ego de las
multitudes y procurar infantilizarlas
mediante todo tipo de halagos y piropos. Es la era del halago a las multitudes
y a ningún político en su sano juicio se le ocurre demonizar a sus propios
votantes. Ni siquiera a los de sus competidores.
Cuando un político quiebra esa forma de comportamiento
amable está cargándose siglos de historia y despreciando culturas políticas de
tan largo recorrido. Tiene que tener motivos muy fuertes para hacerlo. Sí como ocurre
en estos momentos con las constantes manifestaciones de desprecio al pueblo que
se largan dirigentes del PP con discursos del tipo: que se jodan, habéis vivido
por encima de vuestras posibilidades, queréis la dación en pago para pagaros
otro piso, os gusta comer en vez de pagar la hipoteca, compráis televisores de
plasma con el dinero de las subvenciones del paro, etc. es que en el PP se ha
instalado el viejo virus del estado precapitalista basado en los poderes
estamentales y en los que la palabra pueblo no significaba nada mas que una
forma honorable de llamar a los siervos.
Las cosas de “La Cospe” o de los otros miembros del gobierno
aficionados a ese retorno a las esencias medievales no pueden ser otra cosa que la expresión de su morriña por régimen preliberal, tan caro a los
fundamentalistas católicos. Como si todo el proceso, tan doloroso, de
adaptación de la Iglesia a la modernidad hubiese que tirarlo por la borda por
innecesario.La contrarreforma. El franquismo en sus mas elementales querencias.
O cabe otra interpretación. Existe un principio llamado de
Hanlon, por el nombre de su creador, que dice «nunca atribuyas a la maldad lo
que puede ser explicado por la estupidez». Ignorancia, estupidez o llámenlo como
quieran. El caso es que parece haberse instalado un demonio irresponsable en
las filas del PP que les obliga a decir estupideces una tras otra sin solución
de continuidad, haciéndonos recordar aquella famosa frase de Azaña sobre la estupidez como la planta de mejor crecimiento en España.
Digo yo que a lo mejor no son tan tontos. Puede que con esto
lo único que pretendan es tenernos entretenidos. Desde luego que lo están
consiguiendo. ¿Saben la última? El ministro llamado Cañete, digno nombre para
una comedia berlanguiana, acaba de informarnos que él se ducha con agua fría.
Para ahorrar. ¿Y a quien cojones le importarán los hábitos higiénicos de este
señor? Por mí como si se pone el cilicio los domingos por la tarde.
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