Pasear un día de Navidad por el centro de Madrid es un viaje
al futuro, al futuro previsible de una sociedad alejada del consumo por las buenas o por las malas.
Calles sin comercio, tiendas cerradas. La ciudad colonizada por el
pueblo a la búsqueda de espectáculos. Con mono de consumo, se agrupan en torno a
alliens de otras galaxias, a hombres estatua, a músicos de instrumentos imposibles
como clavicémbalos. Cortylandia a pesar de estar El Corte Inglés cerrado, es el último refugio de la cultura del consumo. Multitudes
agobiadas por el cierre comercial navideño se agolpan por la calle del Maestro
Victoria y por la Plaza del Celenque arriba para asistir a la función de las seis.
La policía de paisano persigue a los manteros que al grito
de “bad boys” se dan el queo entre ellos y corren por las esquinas jugando al
juego del gato y el ratón. Han detenido a un globero. La policía tiene que
pincharle los globos para poder incautárselos. El público protesta “pobres
globeros, dejarles vivir en paz”.
Los ornitólogos de guardia están de suerte. Esta tarde
contra la luz del ocaso que viene desde la casa de Campo bandadas de pájaros
vuelan formando espectaculares formas en el cielo. Otros pájaros urbanos, las
putas, se recogen en sus casas. Vuelven de las fiestas nocturnas o de las
comidas de hermandad más allá de los puentes del rio.
Por los hospitales de Madrid, si acaso, grupos parroquiales de
jóvenes guiados por personal de la casa cantarán villancicos de habitación en
habitación. Tienen las caras serias y agobiadas, como creyendo que están
ganando el cielo. Han contratado un guitarrista negro que pone la gracia al
invento. Le pagan cinco euros a la hora pero le han pedido que no se lo diga a
nadie para no romper la mística del gesto.
La bendición de la Navidad es un paréntesis en nuestras vidas.
Un pequeño tiempo en una parte pequeña de nuestras ciudades. Pero como luce
para aquellos que saben mirar.
2 comentarios:
Te ha salido una entrada de vuelta al ruedo literario que pretende ganarte por la mano el torero de la foto.
Antonio, gracias por el halago. Te aeguro que el mérito no es mio. El mundo se ve con otros ojos si alguna circunstancia de la vida te cambia el punto de vista. Hoy me han dado el alta del hospital despues de tres dias y dos noches. Afortunadamente todo ha sido un susto. Lo primero que he hecho ha sido echarme a las calles para vivirlas. Y como se viven las calles en Navidad. Hay una magia que no se de donde viene pero que te transforma. A todo esto algunos piensan que la libertad de horarios comerciales es la solución...que ignorantes.
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