2 de febrero de 2009

Los okupas de clase alta de Madrid


Reunión de rabadanes, oveja muerta. Eso afirma un viejo refrán español. El caso es que hoy a eso de las cuatro de la tarde el tramo de la Calle Alcalá, entre Sevilla y Sol, parecía era un bullicio de coches-no menos de cincuenta- aparcados en segunda, tercera y cuarta fila, a modo de garaje, acompañados de una legión de chóferes, guardaespaldas y todo tipo de personal de acompañamiento. Solo he podido sacar una foto pues enseguida se han abalanzado- más bien avalanchado- sobre mí un par de malencarados individuos que me han prohibido sacar más fotos con la excusa de encontrarse allí determinados coches oficiales que deben quedar libres del escrutinio público. Menos mal que tengo cara de guiri, si me ven cara de vasco o palestino me colocan en prevención. No era cosa de discutir sino de largarse con viento fresco y meditar ambulatoriamente sobre cómo es posible que en el centro de Madrid tantos y encumbrados personajes públicos se salten a modo las normas de tráfico.

Después, pensándolo mejor, me he dado cuenta de que la cosa tiene un significado algo más profundo. Estos días hemos conocido por la prensa como los asistentes a la cumbre de Davos y sus servicios de orden han cerrado al tráfico la pequeña villa suiza con motivo de su reunión. No sé qué evento, tenida o festejo tenía lugar en el Casino de Madrid esta tarde pero en cualquier caso un grupo de notables han tenido “oKupada” la calle durante unas cuantas horas, sin tener que rendir cuenta de ello.

No tengo el día particularmente demagógico, me libera de la presión de la ira la escucha por el Spotify de músicas escogidas para tales circunstancias. Pero hoy, en este mundo acosado por el paro y por lo que se nos viene encima, ver como una casta de poderosos en alianza de derroches y descorches siguen como si tal cosa comprando coches de altas gamas, utilizando los servicios de chóferes y domésticos a cualquier hora y protegiendo su seguridad a cuenta de la seguridad del tráfico con cientos de guardas de corps y demás especialistas en protección corporal, resulta humillante el espectáculo.

Me importa muy poco el acto que pudiera estar celebrándose en el interior del casino- pregunten por la acepción italiana del término-, me da lo mismo. Pero tal exhibición de prepotencia, de poderío y de desprecio por la ciudadanía da que pensar.



5 comentarios:

agremon dijo...

Curiosidad ¿morbosa?, aunque sea secundario de acuerdo con el planteamiento que haces y que comparto: quienes eran? cual era el motivo? + info, "danke" (por eso de lo de Davos).

Ángel de Olavide dijo...

Pues la verdad es que lo ignoro. Y no se como saberlo, pues en los periodicos de hoy no aparece ninguna convocatoria en el Casino.
A ver si algún amable visitante del blog nos informa.

Anónimo dijo...

A mi también se me ponen los pelos de punta cuando compruebo que estas excepciones, justificadas siempre por motivos de seguridad, siguen existiendo, y seguirán existiendo,mal que nos pese, desgraciadamente no es nada nuevo, lo nuevo sería creer que vivimos en una sociedad justa en la que las leyes y las reglas existen para todas las personas.
Otra lectura de tu aventura es ese empeño cada vez más evidente por evitar y prohibir tomar fotos en lugares públicos y que cualquier policía o voluntario vigiliante se permite según sus propias reglas o como mucho de sus propios jefes. Hoy mismo leía en El País los problemas que se dan para fotografiar en el metro de Madrid, cuando en realidad existe una ordenanza de 1984 que lo permite. Yo mismo he sufrido prohibiciones e incluso intentos de que borrara mis tarjetas de memoria después de tomar fotos en Barajas y en Atocha, ¿por qúe no se clarifica este asunto? No es vanal que a menudo el espacio público esté al albur de determinados individuos, ¿somos libres o no? No es esto moco de pavo a pesar de tratarse de meras fotos.

Unknown dijo...

Es vergonzoso semejante abuso. Antes pasaba a menudo por ahí y con cierta frecuencia tenía ocasión de reírme de las espantosas y pretenciosas "mises" de tantos invitados supuestamente de ringorrango. Y muy cerca de allí me pasó una vez, ante el Ministerio de Hacienda, que al ir por mi camino por la acera camino de Sol, un vigilante pretendió cerrarme el paso para dar salida a un coche oficial. No sé cómo tuve ánimos, con lo apocado que soy, de encararme con él y decirle que la precedencia era mía, como peatón que circulaba por la acera, y que era el coche el que debía esperar, con su correspondiente chupóptero dentro, hasta que no pasara nadie por la calle. Milagro fue que el coche parara y el segurata me dajara pasar y no acabará yo dando con mis huesos, como antaño se diría, en la Prevención. Arrebatos jacobinos que de vez en cuando le dan a uno.
Un saludo muy cordial, amigo Angel.

Ángel de Olavide dijo...

Gracias Miguel Ángel,gracias Pablo por pasaros por aquí. Que mas decir?
Sigo teniendo una enorme sensación de extrañeza. Me parece todo tan raro y al mismo tiempo tan cotidiano.

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