Uno de los fenómenos mas recientes y de moda en los grandes
medios de comunicación es el de los programas de televisión que aplican
técnicas propias de los reality news y de las tertulias de cotilleos a la
información política. Llenan horas de programación en las tardes y en el
conocido como prime time de la noche. Decía alguien que el escándalo Bárcenas
había reportado una audiencia a estos programas que antes contemplaba desde su
butaca las peleas entre los famosillos. Es decir que estamos ante un nuevo
producto para viejas clientelas.
Si esto es así no es de extrañar que las constantes
revelaciones del caso del tesorero del PP se hayan convertido en material banal
de usar y tirar y que el público esté reaccionando ante las circunstancias
igual que lo hacen las audiencias televisivas. Desde la butaca de su salón y
comiendo frutos secos. Yo no sabría que decir sobre esto pero me temo que algo
parecido esté sucediendo delante de nuestras narices. Lo mismo que la
emergencia de la tele como plataforma electoral fue un fenómeno de los años 60
en los EEUU, la conversión de la política en fenómeno de entretenimiento de
masas sea la aportación de esta primera década del siglo XXI. Posiblemente
fuera Berlusconi el gran mago de la aparición de este fenómeno pero no cabe
duda que ha sido el caso Bárcenas el motor de arranque del formato en España. Tal
como hicieron en el programa El Intermedio levantar estatuas a Luis el Cabrón
debería ser un obligado tributo de las grandes cadenas. A escote entre las
grandes y las pequeñas puede que el encargo se lo puedan hacer al más caro de
nuestros escultores de moda. Además la prensa de papel incitada por el triunfo
del formato en la tele se apresta a dar las noticias de política ese barniz
escandaloso recuperando la gloria de los mejores momentos del amarillismo.
Todos los medios se retroalimentan así del color ambiente y al final pasará lo
que tiene que pasar: todos al final, igual que ha pasado con los personajes del
famoseo, terminaremos asqueados del relato.
Sobre el fondo del asunto que les voy a decir que ustedes no
sepan ya. Esconderse detrás del Estado es propio de canallas. Hacerlo, además,
de manera cobardona como lo hace Rajoy es un insulto a la inteligencia. Nos
llaman tontos. Y tienen razón. Tontos de capirote que somos.
Muchos se frotan las manos pensando que es tal el escarnio
que un pueblo noble como el nuestro no aguantará la situación por mucho tiempo.
Pues me temo que tendremos que esperar un rato. Al final las cosas cambiarán.
Es verdad que no hay bunker inexpugnable ni mal que cien años dure y que los judíos
lograron entrar en Jerusalén.
La única derivada que encuentro es, incluso, más negativa si
cabe. Detrás de Rajoy no tiene pinta que venga un cambio a mejor. Las cosas
apuntan al retorno de personajes como Aznar- que curioso que Bárcenas, un
hombre tan memorioso como Funes, diga que no reconoce las siglas JM en sus
papeles- y una tal Esperanza que se convertirán en el faro que ilumine a las
multitudes que esperan delante de sus pantallas. Atentos al plasma.
1 comentario:
Huy, que cosas dices! asqueados, tontos, insulto ... el nuevo culo, pedo, caca, pis del infantilizado país!
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