Foto de la colección de Brocco Lee en Flickr. Tomada en Atocha, Madrid. 12 de Mayo 2012
Parece que el banquete de la
democracia española no puede incluir a unos comensales inesperados como las
gentes del 15M. Inesperados hace un año e incómodos en su primer aniversario.
Todo ese extremado despliegue policial pretendía inducir el miedo en la
población. El plan no ha resultado eficaz y los gorrones del banquete se han
presentado hasta en la cocina. Las baladronadas de la “gobernadora” de Madrid,
una mujer que promete convertir a la misma Esperanza Aguirre en una templada y
moderada conservadora, han tenido que guardarse para mejor ocasión. Llegados a
los postres los incomodos comensales seguían en el salón de la Puerta del Sol y
no fue hasta el resopón de las cinco de la mañana que la policía se sintió
animada a montar el número del desalojo. Muy pobre y muy demostrativo del
error. Hoy la prensa de derechas se divide entre el tremendismo de La Razón y
el ninguneo del ABC. Prueba del nueve de la falta de entendimiento del significado
del 12-15M por parte del nuevo gobierno y su clac.
El año pasado el 15M era visto
como un fenómeno ocasional, como un monstruo de feria. El PP lo contemplaba incluso con disimulado agrado
pues suponía que aquella movida socavaba las posibilidades electorales del
PSOE. Hoy, desaparecido del escenario el partido socialista, los gritos de
“PSOE, PP, la misma mierda es” han dejado de tener sentido y el movimiento
social de descontento que encarnan los indignados se expresa contundentemente
contra las políticas del gobierno de Rajoy.
La simpatía interesada del PP y de sus seguidores desaparece para
convertirse en odio e inquina. Nada nuevo bajo el sol.
El problema es que el 15M ya no
es ese movimiento ingenuo de hace un año. Se ha transformado gracias a la sorda
y emocionante presencia y acción cotidiana de cientos de asambleas de barrio,
de pueblo y sectoriales que superando inconvenientes de todo tipo han prestado
a la protesta un esqueleto orgánico y un músculo militante absolutamente
inédito desde la transición española. Uno que ha seguido con interés todo este
devenir encuentra en ello la razón del innegable éxito de las manifestaciones
del aniversario. Por supuesto que al éxito ha contribuido notablemente el
deterioro del clima social expresado principalmente en los recortes
presupuestarios y en la reforma laboral. Pero tanto o mas que ello la
movilización se ha visto favorecida por la constante exhibición de la
corrupción del régimen de la transición. Instituciones como la monarquía, el
propio Tribunal Supremo, el Banco de España han perdido reputación a chorro
libre. El sistema de partidos y el mismo orden territorial formado por las CCAA
han entrado en una deriva que anticipa problemas serios que pueden afectar al
equilibrio constitucional nacido en 1976.
El mérito del movimiento que
algunos daban por muerto y ahora como renacido es haber incluido en los
términos del juego político algo mas que reivindicaciones. El 15M se ha
transformado en un carril de adhesión a una nueva forma de entender la
política. Ha pasado de las cosas de la política a la política de las cosas. Los
manifestantes, acompañando al cuerpo de la militancia asamblearia, han
expresado con firmeza la intuición que hace falta algo más que cambios
políticos para encarar la crisis. Las asambleas de barrio ya no se expresan en
torno a categorías y programas reformistas. Han adivinado que las cosas tienen
que cambiar de base. Que los problemas del paro, de la vivienda y de los
derechos sociales tienen mucho que ver con la forma de vida y de civilización
que el capitalismo financiero global impone a las naciones y a los pueblos. Es
evidente que este planteamiento de máximos no puede tener los niveles de
adhesión popular que el movimiento de los indignados se ganó el año pasado.
Pero hoy las encuestas nos hablan de una simpatía que cuando menos supera la
recibida mediante el voto por el partido ganador de las últimas elecciones. No
es bueno olvidar que hoy el PP gobierna nuestras vidas de una manera absoluta
sin haber superado la adhesión en las urnas ni siquiera del tercio de la
población. El 15M puede significar la parte visible de un iceberg de
descontento civil que si en otros paises se expresa a través de formaciones
populistas en España puede adoptar un perfil libertario que los partidos de
izquierda españoles, especialmente IU, harían bien en valorar.
Si la solución es civilizatoria el movimiento del 15M está en su derecho de no complicarse la vida ofreciendo
“alternativas” al sistema. Hace bien en no subordinarse al marco de referencia
partidario e institucional. La apuesta va más allá de unas leyes, de unos votos
o de la propia presencia en el día a día. Para el 15M no cuentan los días,
cuentan los años. El viejo topo de la historia ha dado la cara de nuevo.
Felicidades.
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