12 de enero de 2011

El viaje de ETA a ninguna parte

Ilustración de lafraguablog.es
"Deben ir en el Metro de Madrid, porque no terminan de llegar..." Antonio Fraguas

Dudaba, por aburrimiento mas que por otra cosa, en escribir sobre el famoso comunicado de ETA. Realmente es difícil interpretar los gestos y las palabras de una organización que lleva cincuenta años queriendo interpretar el papel de héroes de la leyenda vasca. El espectáculo fantasmal de las boinas negras y los velos blancos es deprimente y me da la sensación de que cada vez que repiten esa escenografía avergüenzan hasta los mas fieles y leales de sus partidarios. No es posible contemplar ese rito fúnebre y ridículo sin que a uno se le conmuevan las fibras mas íntimas de eso que llaman vergüenza ajena. A los héroes de pacotilla se les hace difícil abandonar el escenario y hacer mutis por el foro con delicadeza. Como los matones tabernarios siempre necesitan marcharse dando un portazo y amenazando con volver.

Hay mucha gente que piensa que esta vez sí que asistimos al final de la loca aventura que debió acabar con la amnistía de 1977. Es posible. Pero creo que no va a ser un camino fácil. Hace pocos años el pensamiento dominante en la sociedad española y en sus cúpulas dirigentes era el de que merecía la pena apostar por la puesta en marcha de algún tipo de negociación en torno a la agenda reivindicativa radical vasca por mínima y limitada que fuese para cerrar la lista de víctimas. Otra cosa es que aquella salida les pareciese escasa a los partidarios o defensores de ETA. Hoy, sin embargo, parece que la apuesta es la contraria. Asistimos a una apuesta por bloquear cualquier mínimo avance en esas mismas materias aunque eso traiga como consecuencia el retraso en el abandono de las armas. Y en sentido contrario los seguidores de ETA se plantean que cualquier salida que les haga salvar la cara, por precaria que fuese, sería de aceptación. Por resumir: se ha pasado de un modelo similar al abrazo fraternal de Vergara o a la estética caballerosa del cuadro de las lanzas de Velázquez a la imposición de una rendición incondicional con armas, bagajes, uniformes sucios y a las puertas del campo de concentración al estilo del puente sobre el rio Kwai.

Hoy al gobierno español, a éste del PSOE o a cualquier otro del PP, les resulta mas rentable política y electoralmente hacer el papel de vengadores justicieros que el de constructores de paz. No tengo ganas ni tiempo de reconstruir las razones que han producido esa convulsión de las formas de entender el final del conflicto armado. Las razones que se alegan suelen ser el cansancio por las famosas treguas trampa y el cambio de perspectiva legal impuesto por la sentencia de ilegalización de la izquierda radical independentista vasca y la legitimación de ese cambio por las instituciones judiciales europeas. Yo me temo que a esas razones habría que añadir otras de similar porte y que me atrevo a apuntar: la exaltación de la opinión pública, favorecida por algunos medios de comunicación y determinadas corrientes ideológicas favorables a la confrontación, en torno a la creencia en lógicas de punto final a un conflicto de largo perfil. Esto al final costará caro pues un conflicto como el vasco no se anula porque se niegue. Y la otra razón es la pura inercia. Parece como si la sociedad ya estuviese vacunada ante el conflicto. Como si en España se necesitase la perpetuación de ETA para así seguir fortaleciendo nuestro imaginario de la unidad nacional española. Nacionalismo contra nacionalismo. Y esa es una lógica perversa pues el mejor escenario para combatir la barbarie es la democracia. Y además eso implica dotar a ETA de lo mas querido por ella: su legitimación como fuerza nacionalista y patriótica.

Es verdad que cada conflicto tiene sus perspectivas. Que la fórmula irlandesa no es aplicable por múltiples razones. Pero bueno sería seguramente circunscribir el final de ETA a una simple lógica de final de un grupo armado que hoy nadie con dos dedos de frente tiene interés en que siga existiendo Y no querer, por parte de nadie, convertir ese final en un eslabón para la resolución o para la perpetuación de un conflicto de naturaleza política.

Pero bueno, por lo que se ve seguiremos hablando de ETA. Que aburrimiento. Que cansino es esto.

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