Si gentrificación es el proceso que describe la conversión de un barrio obrero, viejo o degradado en un espacio comercial o burgués de mayor nivel social la serranización, palabro que me acabo de inventar, señalaría el cambio de un apacible eje comercial de calidad en una especie de centro comercial o shopping center de autopista de circunvalación.
Ese parece el milagro obrado por el señor Gallardón en la calle Serrano de Madrid. Hoy, día de estreno, la calle estaba ocupada casi totalmente por una exhibición impúdica de actos y presencias comerciales. Los múltiples paseantes convocados al magno estreno asistían extasiados al formidable despliegue de marcas de coches, de consolas de juego, de enseñas de moda y todo tipo de chiringuitos de playa con ofertas gastronómicas. Para dar un barniz cultureta al asunto, no vaya a ser que parezca que lo único que nos interesa es la pasta, una triste exposición de paneles con fotografías “históricas” mal seleccionadas y peor editadas y unos carteles pobretones dedicados al Museo Arqueológico.
Un mobiliario urbano de segunda categoría envuelto en papel de regalo entre los que destacan unos bancos estrechos, esquinados y de manufactura endeble que van a durar menos que dos telediarios. Y diseñados especialmente para disuadir a la gente de obtener asiento gratuito financiado por el municipio y en beneficio de las cafeterías, por cierto que escasas, o de los sillones interiores de los grandes comercios.
Eso sí, una moqueta color penitencial, para quedar bonito en las fotografías.
Puede que como dice @antoniofraguas el ayuntamiento vaya a regar Serrano con Chanel nº 5 pero desde luego lo que hoy hemos visto es un espectáculo de luz y de color de descriptible aroma a programa basura de televisión.
Queda inaugurada la nueva calle Serrano. Belén Esteban encantada estaba. El general Serrano, mientras tanto, se revuelve en su tumba oliéndose la tostada y preguntándose cómo se puede renunciar desde el más allá al pérfido honor de titular la calle.