Ayer cantaba José Menese en Madrid. No se si es el mejor cantaor flamenco vivo, no soy muy ducho en el arte. Mi oido no está entrenado para discernir la gran variedad de palos del género ni para calibrar la calidad de un cantante con respecto a otro. Dejando a Camarón aparte- yo creo que ese hombre pertenecía a la liga de las estrellas- me encanta escuchar a Morente, a Fosforito y a tantos otros. Pero con José Menese me pasa una cosa curiosa. Veo antes al ciudadano Menese que al artista. Contaré por qué.
Hubo unos años en España en los que mandaba un feroz tirano que disponía de una policía secreta preparada para que los opositores al régimen no pudieran hacer propaganda de sus ideas. Hablo de los años que van desde 1939 hasta 1975. Prehistoria.
Pero a pesar de esas dificultades algunos se permitían publicar periódicos y boletines de oposición al régimen. Imprentas clandestinas. Distribución clandestina. Y hasta lectura clandestina.
Como la policía estaba muy atenta, los clandestinos editores tenían organizados sistemas para burlarles. El mas usado era compartimentar en distintos procesos la labor. Alguien, algunos, escribían o dibujaban. Otros confeccionaban los clichés o las planchas. Otros mantenían pequeñas imprentas en garajes o casas particulares y de distintas tecnologías: desde el offset, al ciclostil y hasta la famosa vietnamita que no era otra cosa que un sistema primitivo de serigrafía. Otros mas doblaban o encuadernaban el producto de la imprenta. Por fin unos pocos realizaban el reparto hacia las organizaciones de base- las células - para que al final el producto llegase al consumidor mediante entregas personales a los militantes y a su círculo. Algunas veces incluso se distribuían en fábricas o en facultades de una manera mas o menos abierta. Estoy hablando especialmente de los primeros años 70.
Todo ese montaje difícil y precario a la vez sufría de vez en cuando caídas por la acción de la policía, la famosísima Brigada Político Social. A pesar de la cautela, a pesar de esa compartimentación, era bastante normal que el sistema de difusión de la prensa clandestina se quebrase. Y era en esos casos cuando las organizaciones tenían que dar el do de pecho. Era un lugar común considerar como vital reemplazar en el menor tiempo posible el nodo quebrado aunque fuese a costa de correr riesgos mas elevados que los comunes. Las organizaciones tiraban de agenda y trataban de conseguir un nuevo domicilio provisional donde almacenar los periódicos y los boletines o donde instalar una nueva máquina ciclostil. Otro día si me apetece contaré como se conseguían las máquinas o como se organizaba el reparto- el también famoso sistema de buzones.
En una de esas ocasiones Francisco Moreno Galván tuvo el valor de prestar a la organización un pequeño apartamento en la calle de Andrés Mellado. Francisco Moreno Galván era poeta y letrista de canciones. Su estampa era teatral. Gordo, grande, barbudo y con un parche en el ojo izquierdo que le daba un aire de pirata mediterráneo. Llegamos a convencerle del préstamo de aquella vivienda gracias a sus sobrinos, los h¡jos del gran crítico de arte José María Moreno Galván que militaban en la organización. ¡Ah! que no he dicho que organización. Pues era el Partido. El Partido entonces era por antonomasia- que cojones significará esta palabra?- el Partido Comunista. Y el órgano de prensa que se montaba, se encuadernaba y se empaquetaba era el Mundo Obrero. Pero bueno, si no lo digo tampoco la historia que ahora cuento perdería su encanto.
José Menese era entonces un cantaor con un nombre acreditado a pesar de su juventud. Moreno Galván era su letrista de preferencia y posiblemente su introductor en los círculos flamencos de Madrid. Paisanos de La Puebla de Cazalla, parece que Menese cada vez que pasaba por Madrid se alojaba en aquel apartamento. Una mañana o una tarde, no sabría precisar, oimos el ruido del ascensor en el piso. En guardia y con el susto encima del cuerpo nos percatamos que alguien ha introducido la llave en la cerradura. Con un aire despistado entra en el piso el mismísimo José Menese. Nos dice: "tranquilos que soy de los vuestros....ya me ha advertido Paco que estabais aqui". No quedó la cosa ahi. Como si fuese lo mas normal del mundo se sienta con nosotros y se dedica durante horas a doblar los pliegos del Mundo Obrero y a empaquetar los ejemplares destinados a su posterior distribución. Fue un compañero mas en aquella tarea tan peligrosa. Él seguramente sabía lo que le podía caer encima si en esas aparece por la casa la policía.
Y encima el buen hombre nos invitaba a tomar finos y tapas en una bodega andaluza que creo que estaba en la misma calle. Un gran tipo el Menesé. Me imagino que ahora entenderás que siempre que veo a Menese en la tele o en directo el recuerdo de aquella aventura me tape su voz. La memoria histórica puede que se haga recordando estas pequeñas cosas.