25 de noviembre de 2007

Tranvías de Madrid

Madrid - 379


Hace unos días paseando por la Dehesa de la Villa descubrí la calle del Tranvía.



Me ví de pronto trasladado al pasado, a los años 50 y 60. A la línea de tranvías azules de Arturo Soria. A la casa de la tía Filomena y de su marido Pepe, el tranviario. Era cobrador. Con su cartera de cuero en bandolera permanecía impávido en una especie de cajetín al final del tranvía. Entonces se entraba a los transportes públicos por la parte trasera. A veces se paseaba a lo largo del tranvía para pedir los billetes a los pasajeros despistados. Llegue a conocer el tranvía de la línea 61, de Quevedo a Narváez. Cada poco tiempo afloran bajo el asfalto los raíles de hierro que daban sostén a tan legendario transporte urbano en cualquier esquina debido a las obras de reforma tan tradicionales en Madrid. De cuando en cuando los troles, creo que así se llamaban los enganches con el tendido eléctrico superior, se salían de su normal recorrido y allí que veías a los tranviarios enderezando el cable. El ruido sobre los raíles era a veces ensordecedor, en las curvas sobre todo. Los mandos del tranvía que tan diestramente manejaban los conductores eran una especie de manijas que cautivaban la atención de los niños. Los peatones despistados se apartaban al paso del tranvía y de los avisos sonoros de una especie de campana cuyo recuerdo aflora en mi memoria con tanta nitidez como si lo estuviese escuchando en directo.

Los tranvías eléctricos aparecen en Madrid a finales del XIX. Vienen a sustituir a los tirados por mulas tan literarios ellos pero tan poco prácticos. Y permanecen en nuestra ciudad hasta el año 72. No he conseguido enterarme de cual fue la última línea de tranvías pero posiblemente fuese la de Arturo Soria o alguna de las líneas universitarias. Los tranvías se hicieron, seguro que alguna culpa tuvieron las incapaces autoridades municipales de aquellos años, incompatibles con el tráfico de coches. Y desaparecieron. Pero ciudades tan avanzadas en Europa como Ámsterdam o Berlín supieron mantener tan ecológico medio de transporte. Ahora una versión moderna, que los técnicos llaman tren ligero, circula de nuevo por las calles de nuestra periferia. Pero ya no es y no seguramente no puede ser lo mismo. Los trolebuses, una versión del tranvía con ruedas neumáticas , también desaparecieron. Recuerdo la línea del 52 actual que creo que se correspondía con la linea 1 de entonces. No se si duraron mas o menos tiempo que el tranvía de carril de hierro. Posiblemente menos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El de Quevedo a Narváez (el actual autobús 63 -hablo de memoria; no sé si éste es el número correcto- lo sustituye) creo que moría en Lope de Rueda, frente a la casa de mi abuelo el escritor, en Alcalde Sáinz de Baranda, 4. Creo que era prácticamente la única comunicación del barrio de Ibiza por aquel entonces. Yo, que vivía en Quintana (el barrio, no la calle), debía bajar desde el metro de Goya por Narváez para ir a casa de mi abuelo. Recuerdo también perfectamente el de la Ciudad Lineal, que se deslizaba bajo las copas de los pinos plantados por Arturo Soria, por el centro del bulevar. Y el que cogíamos con mi abuela en José del Hierro para ir a ver a una tía abuela mía que vivía en el Gran San Blas, el fin del mundo para aquella época... Creo recordar un trolebús que pasaba por la Plaza de la Independencia...
Gracias por la evocación, Ángel.

Enrique Fidel dijo...

¿Qué tal Angel? Que lástima que deparecieran los tranvías de Madrid. El tanvía, que fue símbolo de progreso y al poco lo desplazó el automóvil y el motor de combustión de los autobuses, parece que quiere resurgir. Al menos en algunas ciudades se asoma tímidamente. Ahora que la contaminación nos devora parece que nos hemos acordado de los románticos tranvías. En Lisboa, donde el tiempo perece que siempre pasa más despacio -como en el resto de Portugal- se quieren deshacer de ellos , especialmente de los antiguos, tan especiales. Espero que no hagan como en Madrid. Sería penoso. Bonitos recuerdos.
Un saludo.

Ricardo Márquez dijo...

Hola Angel,

Perfecto y entrañable el relato.

Ya me gustaría a mi tener la misma facilidad para plamar viejos recuerdos.
Ricardo.

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