25 de abril de 2008

Las aves migratorias de Madrid

El descanso de las golondrinas

Llegan lo vencejos a Madrid desde el sur de África y Enrique les dedica una crónica. Emulando a los vencejos los marginados polacos de la plaza de Olavide retornan a sus tierras del Norte.

Tengo un amigo polaco con el que charlo de vez en cuando. Se llama Casimir o se hace llamar Casimir. Os contaré su historia.

Trabajaba en Gdansk- Danzing-, en los astilleros hasta finales de los 90. Vivió toda la transición polaca desde el régimen comunista hasta el advenimiento de la democracia. Dice que era amigo de Walesa el líder de Solidarnosc. Puede ser. Es un hombre culto, he comprobado que se maneja con facilidad en francés e inglés. Su español es corto pero no pobre.

Me cuenta que con la crisis del sector naval se embarcó en buques petroleros. Y que hace dos o tres años desembarcó en Coruña. Encontró trabajo en alguna empresa constructora y alquiló un piso con otro compañero. Tuvo un accidente en el trabajo y se lastimó la rodilla. Parece que ya tenía una vieja lesión que se le agravó. El caso es que le dieron la baja y desde entonces no puede trabajar. Dice que le están tramitando una pensión de invalidez.

Se vino para Madrid. Un primo suyo, la única familia que tiene en el mundo, le pidió que viniese pues tenía una pequeña empresa de pintura y pensaba que le podría ayudar. La cosa no funcionó. Casimir apenas tiene fuerza para subirse a una escalera y su rodilla está peor de lo que parecía.

Se ha juntado en Madrid con una tropilla de polacos con historiales parecidos a los suyos. Gentes sin familia, desarraigados. Viven de pequeños ahorros y de “extorsionar” afectivamente a familiares, a madres, a hermanos que viven en España y que se los quitan de en medio mediante el barato expediente de soltarles unos pocos cientos de euros de tarde en tarde. A algunos les han echado de casa sus compañeras. Otros, muy pocos, son unos indeseables, ex-delincuentes a los que las autoridades polacas les invitan a marchar fuera para ahorrarse plazas “hoteleras” en las abarrotadas cárceles del país.

Van a comer al comedor de las Hermanitas de los Pobres de Martínez Campos y duermen en el pabellón de mayorales de la Casa de Campo o en el albergue de San Isidro por detrás de la Estación del Norte. A primeras horas de la mañana están a las puertas del Carrefour de Quevedo. Son gentes educadas que no suelen armar bulla salvo cuando el ardor alcohólico supera cierta temperatura anímica. Compran vino y cerveza, difícilmente otras bebidas de mayor graduación. No practican la mendicidad. Dificilmente encontrareís a un polaco pidiendo limosna.

Le pregunto a Casimir que para esa forma de vida mejor quedarse el Polonia. Y aquí es donde me cuenta lo mas triste de su historia. Me dice que si soy consciente de lo que significa quedarse en las calles del norte borracho o si conozco como se las gasta la vieja policía polaca con las personas desarraigadas. La muerte segura. Aquí han encontrado un paraíso invernal. Pero el alcohol allí estará mas barato. Que va. El alcohol en España es mas barato que en Polonia.

Y la familia? Las familias…La mayoría no tenemos familia.

Los vencejos suben hacia el norte. Los polacos también. Se sienten extraños en esta tierra. Hay Ong´s, que les facilitan pasajes en los autobuses para volver a Polonia. A su tierna y amada Polonia. Hasta el invierno que viene.

Los vencejos. Que razón tiene Enrique. Apenas nos damos cuenta de cuando y como llegan.


3 comentarios:

Enrique Fidel dijo...

¿Qué tal Angel?
Triste historia la de Casimir. Cuántos "Casimir" debe de haber en ésta y otras ciudades como ésta, cuya historia a nadie interesa. Bueno, a casi nadie. Extraños invisibles para miradas huidizas, ávidas de otras historias y de otros protagonistas menos reales, menos incómodos...
Un saludo.

Ángel de Olavide dijo...

Desde Ribadeo huyendo un poco del duro mundo madrileño un saludo para ti Enrique y gracias por el post de los vencejos que me dio la idea.

Angel

Anónimo dijo...

Que historia nos has contado Ángel, es muy triste, sí, perono es algo que uno solo conoce de oídas, tu acercamiento a la realidad me sorprende agradablemente. Siempre me pregunto, cuando veo a estos vagabundos alcoholizados que es de su antigua vida, de sus antiguos amores, ¿qué piensan? ¿de quién se acuerdan?,pero nunca me he acercado a hablar con ellos.
Un abrazo

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