28 de febrero de 2016

LA SEMANA DE LA INVESTIDURA

Títeres

RESULTADOS ELECTORALES 20 D EN NÚMERO DE VOTOS














Este cuadro, con el resultado de las elecciones del 20 de diciembre de 2015, tiene una magia interior que te echa para atrás. De cualquier forma que te permitas interpretarlo no acabas de encontrarle sentido.

Veamos
Con el eje derecha izquierda, o mejor dicho centro derecha versus centro izquierda, tienes dos bloques separados por menos de un millón de votos. Siempre que para el conteo no tengamos en cuenta a las fuerzas soberanistas que han decidido mantenerse fuera de esos espacios contables empeñados como están en su propia agenda.

Con un eje de tres elementos, a saber: fuerzas conservadoras inmovilistas (PP), fuerzas reformistas moderadas (PSOE más Ciudadanos) y fuerzas radicales de cambio (Podemos, IU y soberanistas) también nos encontramos con casi un triple empate o separaciones inferiores al millón de votos.
En este estado de cosas los partidos se muestran incapaces de encontrar nuevos ejes o consensos capaces de resolver estos antagonismos. 

Conste que no estimo que estos bloques respondan plenamente a la división social o política realmente existente en el conjunto de la sociedad, en el fondo solo responden a categorías interpretativas más o menos sólidas. Creo, al revés, que la sociedad es más diversa, con muchos más matices y al mismo tiempo, una paradoja bien conocida, mejor preparada para asumir y sintetizar las diferencias políticas en un nuevo marco de convivencia. De hecho, convivimos bien y en orden a pesar de esas divergencias. Es verdad que a veces evitamos la confrontación entre familias o amigos y reservamos la política para aquellos momentos más propicios. En general creo que la sociedad española es más abierta y confraternal que lo que implican las divisiones partidarias o políticas.

Pero quien manda manda o como dicen los rurales: con estos bueyes nos toca labrar.

Creo que unas nuevas elecciones apenas van a hacer cambiar estos equilibrios malignos entre fuerzas. Muchos apuestan porque esta larga campaña política en la que vivimos, pues no de otra forma cabe interpretar los movimientos a los que estamos asistiendo, modificará hacia un lado u otro el peso de los diferentes bloques. Creo que no va ser posible, pero quien sabe. Unos interpretan que los dos partidos del pacto PSOE-Ciudadanos van a recibir dividendos por su comportamiento. Otros con similares argumentos piensan que al contrario. Unos piensan que el PP se nos hunde. Otros, con diferente aproximación al fenómeno, piensan que el PP tiene una oportunidad de oro de cambiar de liderazgo y reflotar. Unos piensan que ha quedado expedito el territorio de la izquierda para Podemos y sus asociados, entre los que incluyen a IU necesariamente inclinada a ir en sus listas, otros, al contrario, piensan que la fragmentación de la izquierda radical implicará un coste electoral fuerte para las posibles elecciones de junio. En cuanto a las fuerzas soberanistas nadie da un duro porque vayan a cambiar sus planteamientos ni a moderar o exaltar sus discursos dominantes. Lo divertido del asunto es que cada posición, cada interpretación parece coherente. No me extraña que la mayoría de los ciudadanos asistamos al combate con cara de no entender nada. Realmente no entendemos nada.
El electorado olvida su voto de legislatura en legislatura o hace como que se olvida. Pero en este periodo tan corto nadie olvida nada. Menos, cuando se está instalando un discurso común en los medios de comunicación que intenta derivar hacia la inmadurez del votante el resultado supuestamente catastrófico, el bloqueo, de las elecciones. A la gente le disgusta que le echen la culpa. El pensamiento dominante es que los partidos, sobre todo aquellos a los que no hemos votado, están formados por inútiles y desaprensivos. La situación es la de reforzar la fidelidad de voto.

La firma del Acuerdo PSOE-Ciudadanos ha sido interpretada mayoritariamente como un intento audaz de ambos partidos por fortalecerse en el marco de una casi segura repetición electoral. La prueba está en que los planes de las dos fuerzas para el periodo inmediatamente posterior a la segunda vuelta de la primera investidura son los de desvincularse de sus compromisos y hacer decaer el pacto para intentar nuevas aproximaciones al resto de las fuerzas. He tenido la santa paciencia de leerme con atención el documento de los acuerdos. Nadie iba a esperar calidad literaria en un documento preparado por unos comités de negociación a galope, pero la insustancialidad de lo firmado es de antología. La parte económica son lugares comunes típicos de los papeles nacidos en las fundaciones y los think tanks. La social una especie de engendro de mínimos para hacer cuadrar los programas respectivos de las dos fuerzas, de ahí esa discusión entre ellos de si detrás del documento se esconde la derogación o no de las reformas laborales de los últimos años. Y la parte política reformista no deja de ser un compendio de ambigüedades propias de los arbitristas españoles de la última generación. Puedo asegurar que muchos libros de expertos e inventores de reformas dados a la imprenta en los últimos años contienen recetarios mucho mejor trabajados que los del Acuerdo. 

Yo había pensado que el esfuerzo de Pedro Sánchez y su equipo iba a ser mucho más eficiente y capaz. Que de alguna forma apuntaban a lograr el sí de Ciudadanos y la abstención de Podemos. Al final el si tan rotundo de C,s parece que va a impedir la abstención vergonzante de los de Pablo Iglesias. Ni siquiera parece que vayan a conseguir la abstención de IU o Compromís que tenían más o menos anunciada. No sé si ha sido un resultado deliberadamente buscado desde el principio, tal como piensan muchos analistas que interpretan que desde siempre el PSOE solo buscaba la adhesión incondicional de Podemos o, alternativamente, dejarles en evidencia como los malos de la película o si acaso el acuerdo con C,s ha sido un logro alcanzado a cambio de renuncias sustanciales sobre el plan inicial pretendido por los de Sánchez. Puede que nunca lo sepamos. En cualquier caso da lo mismo. En cuanto a los intentos por parte de Ciudadanos para conseguir la suma de PP a la investidura está condenado al fracaso. El PP es inmune a los argumentos de unos y otros. Ha perdido la batalla de imponer su agenda y se encuentran en un momento de crisis de liderazgo, desorientados e incapaces de encontrar acomodo.

En resumen. La película o la serie por capítulos acaba de empezar. Los guionistas buscan nuevos argumentos para asombrar a la parroquia y la situación entra en riesgo de descomposición. 

La semana que viene hablaremos del gobierno, que decían los inolvidables Tip y Coll. Hoy se estarían muriendo de la risa.


19 de febrero de 2016

EL ESPAÑOL CABREADO










En tiempos se decía que el español era un señor bajito, con bigote y eternamente cabreado. Con el tiempo hemos resuelto lo de la altura. Gracias a la casa Danone y a la Central Lechera Asturiana el español ha ganado talla y aunque ya no tengamos registros como los que facilitaban las comandancias militares con motivo de los llamamientos a filas y sus correspondientes exámenes médicos, nuestras calles rebosan de jovenzuelos y jovenzuelas de portes magníficos. Lo del bigote también se ha resuelto. Ahora, salvo los hípsters, tenemos unas generaciones de españoles poco bigotudos. En el caso del género femenino el bigote ha desaparecido totalmente.

Pero lo del cabro, ah, lo del cabreo, eso parece que no tiene visos de desaparecer. Forma parte consustancial de nuestra forma de ser. Aquí el que no está cabreado es que está encabronado que es peor. Expresiones como “dondevamosaparar” “estoclamalcielo” o “la madrequelesparió” forman parte de nuestro repertorio verbal cotidiano. Tanto como el buenos días o parece que va a llover. En esto es en lo que nos diferenciamos de nuestros vecinos europeos. Cuando el inglés o el escocés se cabrean, que se cabrean, oiga, no crea usted que no, convocan un referéndum y dirimen sus diferencias cordialmente sin mayores problemas. El francés en esas circunstancias monta una revolución e inventa la marsellesa. Crean una nueva república y luego añoran el pasado mientras comparten una botella de tinto o de blanco. Pero enseguida dejan de estar cabreados. El italiano clama al cielo y grita aquello de porco governo. Luego se va a casa de la mama, se empapuza de espaguetis y vuelve a pensar que viviendo en lo más parecido al paraíso terrenal para que renunciar a la dolce vita. El señor o la señora alemana se va a un concierto o recita algún poema maravilloso de   Hölderlin como aquel que dice
“¡Bella vida! Tú vives, como leve brote de invierno,
         en este mundo agostado sola y callada floreces.
Aire ansías, y luz, primavera que vierta su tibio
          resplandor, cuando buscas la infancia del mundo.
Ya tu sol, ya tu tiempo feliz se ha ocultado,
          y en la noche glacial sólo hay fragor de huracanes.”
….y se quedan tan anchos. Solo de vez en cuando surge un alemán sin oído musical o ágrafo que monta la de Dios. Pero, bueno, eso solo pasa una vez por siglo. El resto del tiempo el alemán medio se parece a la señora Merkel.

Sí, es verdad. Luego tenemos los rusos y los de Marruecos. Pero bueno, esos ya no son de nuestra cultura. Tienen derecho a cabrearse. Aunque solo sea para olvidar a sus zares y sultanes.

¿Las razones para el eterno cabreo español? Se han dicho muchas cosas al respecto. Que no sabemos perder. Que somos envidiosos. Que somos peleones. Que no estamos cristianizados debidamente. Que tenemos un circuito mental defectuoso. No sé. Muchas teorías al respecto. Fíjense que en esto del cabreo las diferencias entre españoles de las distintas regiones, nacionalidades o naciones apenas existen. Tomemos al català emprenyat, por ejemplo. ¿En qué se diferencia del andaluz cabreado? Prácticamente en nada. Se acordarán ambos de la mare de deu en sus diferentes advocaciones. Es curioso que existiendo en catalán la palabra cabró no exista el adjetivo correspondiente o que me corrijan mis amigos catalanes. Esta característica filológica me ha hecho dudar sobre si el cabreado catalán no existe o es distinto del español. Pero no, recientemente hemos visto al señor Pujol debidamente cabreado al estilo tradicional de las tierras por debajo del Ebro. El andaluz, el valenciano puede que le cueste más aparentar el papel de cabreado. Pero es puro disimulo. Al final puede que expresen el cabreo mejor que la mayoría. Incluso se va haciendo común la existencia de muchos andaluces que firman sus escritos como “andaluz cabreado”. Hasta un perfil de twitter que se autodenomina así. El gallego, bueno, el gallego debo reconocer que es el ejemplar menos cabreado que conozco. Pero en apariencia. El gallego aguanta lo que le echen. Pero cuando llega al estadio de máximo estrés se cabrea como el que más. Más o menos como el extremeño. Son pueblos sufridos, eso sí. Pero todo tiene un límite. El asturiano vive en un estado permanente de cabreo. No hay nadie en España más cabreado que un asturiano. 

Dejemos ya estas disquisiciones regionalistas y estereotipadas. Pero reconozcamos que el cabreo es nuestra principal seña de identidad. Por el cabreo hacia Dios.

Espero que todo esto lo hayas leído con una sonrisa en los labios. Pero si te has cabreado no pasa nada. Es lo propio.

Un madrileño cabreado

3 de febrero de 2016

EL ARMA SECRETA DE PEDRO SÁNCHEZ






Una vez que el rey Felipe VI ha encargado formar gobierno al SG de los socialistas Pedro Sánchez, se abre una nueva fase política en la que las cartas de juego deben ponerse sobre la mesa. Parece que la baraja está repartida pues al fin y al cabo tenemos 350 naipes y cada partido ha recibido los que le corresponden. Parece existir un equilibrio inestable, un empate casi aritmético, entre las fuerzas de centro derecha y las de centro izquierda y que las normas de juego dictadas por los jugadores principales tratan de impedir que los terceros en discordia, las minorías nacionalistas, puedan desbloquear ese empate. Alguna otra vez lo han hecho en legislaturas del régimen constitucional del 78 pero ahora parece que no toca. Tiene lógica de alguna manera. Los nacionalistas catalanes devenidos en independentistas se ven devotamente obligados a mantener la ficción de situarse al margen del sistema. Si ellos n quieren comer y los demás no estiman ofrecerles un plato pues parece que la situación es normal. Lo normal sería la transacción entre unos y otros pero eso parece un argumento de sentido común no una obligación política para nadie.

Por otra parte tenemos el veto natural y mutuo entre PP y PSOE. Esto ya es ciencia matemática por mucho que se empeñen algunos en pensar que al final llegarán a un acuerdo de no obstaculización tal como piensan personajes como Felipe González. Han cruzado el Rubicón y ya no hay vuelta atrás. Pedro se ha zafado de la presión de sus barones y a Mariano no hay nadie dentro del PP capaz de quitárselo de en medio.

Aceptado esto digamos que la fórmula de gobierno solo puede salir por la suma o coalición activa, pasiva o mediopensionista entre PSOE, Podemos y Ciudadanos. Estas fuerzas disponen de doscientos escaños, que no está mal.

Ciudadanos, una vez que el PP ha decidido renunciar a formar gobierno, no tiene más remedio que intentar que el PSOE sí que lo pueda intentar. Todo el mundo piensa, simplemente por vaguería intelectual más que por otra cosa, que los chicos y chicas de Rivera no están interesados en la repetición electoral. Demos por bueno el argumento y supongamos que su interés sea ayudar, entonces, al PSOE en la tarea. Querrán impedir que Podemos condicione la formación del nuevo gobierno. Siempre han dicho que no votarían al PSOE en el caso de una coalición que diese entrada en el mismo a los de Podemos y las mareas. Y de alguna forma, por contraposición, tampoco intentarán coaligarse con el PSOE para evitar un veto a la investidura de naturaleza simétrica por parte de Podemos.

Podemos está en las mismas que Ciudadanos. No puede imponer o no va a poder imponer, esto como comprenderán son pronósticos solamente pues puede pasar cualquier otra cosa, un gobierno neto de izquierdas. Los argumentos que utilice el PS- eso que esta ya diciendo de gobierno progresista y reformista- forzarán la presencia, activa o pasiva de Ciudadanos en la fórmula y la imposibilidad de hacerlo con un gobierno de ese perfil. Otra cosa es que Podemos entre en el juego. En el caso de Podemos todos tendemos a pensar que sí que están interesados en la segunda vuelta electoral. Eso es otra prueba de nuestra pereza mental. Nadie sabe lo que puede pasar y en estos casos funciona aquello de virgencita que me quede como estoy.

¿Cómo atamos a la mosca por el rabo? Esa es la pregunta del millón. Pues la respuesta está en el aire. Primero, diseñando un programa de gobierno lo suficientemente abierto como para merecer el apoyo tanto de Ciudadanos como Podemos ¿Imposible dice usted? Más imposible que en su momento fue diseñar la Constitución del 78 y firmar los Pactos de la Moncloa no lo creo. La dificultad ahora es la desconfianza mutua entre las tres fuerzas y su miedo a superar sus propias zonas de confort. No puede ser un proyecto de más alcance que el de colocar al país en un nuevo marco institucional- reformas constitucionales, electorales, jurisdiccionales, territoriales- que pueda permitir en un próximo futuro acomodar cualquiera de las aspiraciones particulares de las partes. Por lo tanto, un proyecto reformista. No puede ser tampoco un plan que no permita ganarse el favor de las clases medias y de los sectores más perjudicados por la crisis. Ello le obliga a tener matices y designios de raíz social igualitaria en materias salariales, laborales, educación, sanidad, etc.

Diréis, que fácil lo ves chaval, gracias por lo de chaval. No es fácil no. Lo comprendo. Pero por ello uno se ve obligado a estrujarse las meninges. Y se me ha ocurrido una forma de eliminar suspicacias entre las partes. Ya que un gobierno de coalición entre las tres partes o dos de ellas solamente que para el caso es igual ¿Por qué no intentar una versión de gobierno extrapartidario? Un gobierno encabezado por Sánchez pero formado por personalidades no directamente vinculadas a los partidos. De hecho ya se lleva comentando desde el principio del baile la posibilidad de nombramiento de un presidente foráneo al sistema de los partidos, al estilo de Monti en Italia en su momento, para desatascar el impasse. Mi idea es una variante de esa propuesta solo que pensada para que los independientes sean los ministros y no el presidente del gobierno. Eso sería una forma de coexistencia de la fórmula del gobierno de independientes “fuera de toda sospecha” con la preeminencia del sistema de partidos.

En resumen, un gobierno con un proyecto reformista y progresista y con una composición suprapartidaria que ofrezca garantía a las partes promotoras sin desdoro de su propia personalidad. En ese equipo ministerial entrarían personas que contasen con el beneplácito lo más amplio posible de los partidos y de la sociedad civil.

Ahora no me pidan ustedes nombres. Eso ya lo dejo para ustedes. Piensen. Si en nuestra sociedad civil no somos capaces de encontrar personas con ese perfil, en esa sintonía reformista y progresista, pues entonces será que no nos merecemos ese gobierno tan bonito.

Si alguno conoce a Pedro Sánchez que le mande este papel. A lo mejor a él no se le ocurren estas chorradas de arbitrista español de toda la vida.


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