9 de noviembre de 2013

Hace 50 años de la muerte de Luis Cernuda


Mientras el recuerdo de muchos otros poetas de su generación palidece o se atenúa, la memoria de Cernuda se agranda de manera que a veces se habla de él como el poeta del futuro. Incomprendido en gran medida en su tiempo- “maricón y rojo” le llamaron los señoritos del régimen- hoy tiene legiones de seguidores y de amantes de su literatura. Por cierto y como información para mis lectores chamberileros diré que el poeta vivió en Madrid en nuestro barrio, exáctamente en la calle Viriato 71.

Hay un texto literario de Cernuda que me asombra particularmente. No es un poema precisamente. Es un pequeño relato titulado “En las costas de Santiniebla” que se inspira en las experiencias que el poeta tuvo durante una visita a Castropol, pueblo costero de la ría de Ribadeo en su vertiente asturiana. Es poco conocido aunque ha merecido la exégesis de un tropel de estudiosos como mi amigo Antonio Masip que le tiene dedicado muchas horas de investigación. Dicen los estudiosos que Cernuda estuvo alojado durante las dos semanas que duró su estancia en la vieja capital asturiana- si, han oído bien, Castropol fue capital de Asturias durante un breve periodo de la guerra de la Independencia. Se alojó en la pensión Guerra mientras que trabajaba para las Misiones Pedagógicas, motivo principal del viaje. Su compañero de alojamiento fue otro destacado voluntario de aquel maravilloso proyecto republicano, Prieto Anguita. Cuenta Masip que en el mismo tiempo y en un hostal cercano se alojaba Dámaso Alonso, cuya relación familiar con la región es bien conocida. Su padre y la familia de su padre eran de Ribadeo. Masip indica que Dámaso Alonso, que no debía ser santo de la devoción cernudiana, es la persona que se oculta tras uno de los personajes del cuento.
El cuento se publicó por primera vez en 1975 en Barral pero es muy difícil de encontrar, incluso en librerías de viejo. En Google Books si es fácil encontrar una versión digital, que coloco mas abajo- no tengo ni idea de si aparecerá en el blog.
Esta pequeña nota es mi contribución a las celebraciones del cincuentenario de la muerte del poeta. La foto que encabeza el post es mía y está tomada una tarde de finales de verano. Es Castropol vista desde la costa gallega, trescientos o cuatrocientos metros de distancia. Castropol aparece envuelta en una niebla espesa y mágica tal como la que posiblemente inspirase a Cernuda para nombrar a Castropol con el bello nombre de Santiniebla.

4 de noviembre de 2013

Una estatua dedicada al Doctor Pulido en el Retiro madrileño

Estatua levantada en homenaje al Doctor Ángel Pulido. En el Parterre del Retiro, en Madrid.


Ayer domingo tuvimos la ocasión de pasear un buen rato por el Retiro madrileño. Luce ya galas de otoño y es una delicia observar la inmensa gama de colores de las hojas de los castaños de indias, los robles del pantano, las acacias y tantas otras especies arbóreas como pueblan el bello parque de nuestra ciudad. 

Los curiosos cipreses recortados del parterre del Retiro. Una joya de la jardinería madrileña.



Este doctor Pulido es un personaje digno de admiración. Nació a mediados del siglo XIX en Madrid en el seno de una familia de origen asturiano que tenía una pequeña tienda de vinos en la calle de las Infantas. Estudió medicina y su carrera como médico, investigador y académico fue larga y brillante. Ocupó importantes cargos en gobiernos de la restauración desde el partido liberal de Sagasta. Solo por esa trayectoria debería ser recordado en nuestra historia. Pero el caso es que lo que normalmente se recuerda de él es su contribución al rescate sentimental de la historia de nuestros expulsados judíos españoles: los sefarditas.

Dedicó años de su vida a entrevistarse con las colonias de sefarditas residentes en los Balcanes para intentar recuperar memoria de su diáspora. Gracias a sus desvelos el gobierno de Primo de Rivera concedió a los descendientes de los viejos judíos españoles la nacionalidad española. Ese reconocimiento histórico fue decisivo para que en las circunstancias de la segunda guerra mundial el decreto de concesión de la nacionalidad fuese invocado por muchos de los judíos en peligro para salvarse del holocausto.

De esta historia de este encuentro tan fructífero entre la opinión pública española y la diáspora sefardita y de la cual Pulido fue el gran artífice nació la decisión de erigirle esa pequeña estatua que hoy traigo al blog.
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