30 de enero de 2017

A las puertas de un proceso de cambio en la política internacional

PARIS MAYO 1968    
NUEVA YORK ENERO 2017

En la década de 1960 el mundo parecía haber entrado en una fase de calma política. La Guerra Fría se había acomodado, después de la crisis de los misiles de Cuba, a una especie de equilibrio sólido. Las economías marchaban bien. El tiempo de las guerras coloniales tocaba a su fin pues se estaba abriendo un proceso de entrega controlada por parte de las metrópolis a grupos de poder locales en muchas partes de África y Asia. El mundo parecía caminar por una senda de paz, aunque, a mediados de la década, la guerra de Vietnam se cruza por medio generando una sombra sobre la aparente calma chicha en la que transcurren las cosas.

Los sectores revolucionarios encabezados por Cuba y algunos grupos guerrilleros de otras partes del mundo se han instalado en una dinámica militar ruralista, muy separada de las luchas sindicales del occidente. Estas fuerzas guerrilleras parecen despreciar a los movimientos urbanos obreros y estudiantiles de Europa y EEUU que dudan sobre el camino a seguir. Los discursos leninistas y el pensamiento marxista tradicional parecen haber entrado en crisis y la Internacional Comunista, dividida ya por estos años entre las influencias china y soviética parecen haber entrado en una dinámica escapista.

La izquierda política y social occidental se encuentra desanimada y en busca de nuevos referentes intelectuales y culturales. La lucha anticolonial y las referencias armadas no parecen concitar el entusiasmo de los jóvenes estudiantes ni de la clase obrera más allá de la influencia sobre cierta intelectualidad cosmopolita.

Y sin embargo algo se estaba moviendo. La escalada en la guerra de Vietnam, la insatisfacción de ciertos sectores juveniles universitarios y la creciente influencia de determinados movimientos culturales como el hipismo y el rock urbano están ya creando las condiciones para una década prodigiosa de luchas por la paz y por una nueva sociedad que en el futuro se conocerá como el mayo del 68. Esos movimientos de nuevo tipo que ya no están organizados por ninguna potencia política internacional generarán una corriente global de solidaridad juvenil a lo largo de muchos países occidentales.

Dirán ustedes que a qué viene todo este rollo. Pues se lo diré. Creo que estamos a punto de entrar en una fase de movilizaciones internacionales de nuevo tipo. Inspiradas por un sentimiento de paz en el mundo, de lucha contra la desigualdad, de emergencia de nuevas formas de vida más respetuosa del equilibrio ecológico.

Por primera vez estamos viendo una quiebra en el interior de las fuerzas neoliberales. Muchos empresarios y pensadores del campo neoliberal se están dando cuenta de la imposibilidad de seguir manteniendo el modelo que hasta ahora tanto les ha favorecido. Esos sectores parece que perciben la aparición de una quiebra histórica. Lo que ellos llaman populismo no es otra cosa que la aparición de movimientos espontáneos en las grandes ciudades occidentales que no se resignan a seguir en manos de grupos de poder monopolistas. Esos movimientos hoy no tienen un respaldo masivo ni tampoco un esqueleto ideológico. A veces parecen controlados por partidos o minorías empapadas de pensamiento fascista, pero en cualquier caso expresan una insatisfacción creciente. Las respuestas atemorizadas, los reflejos de búsqueda de seguridades vía nacionalismos puede que sean una respuesta equivocada.

De alguna manera Trump va a representar el ensayo general de la ocupación del poder por parte de esos movimientos defensivos, de esos modelos de respuesta a la crisis de la globalización mediante el retorno a fórmulas proteccionistas y nacionalistas. Si quieren ser eficaces van a tener que enfrentar no solo a los grupos y las clases socialmente más avanzados y progresistas, también a una parte considerable del poder neoliberal más cosmopolita y moderno que se siente humillado por esos movimientos a los que desprecian.

No sé cómo va a terminar todo. Mejor dicho, no sé cómo va a empezar todo a expresarse. Pero tengo la intuición de que algo está a punto de pasar. La incapacidad de la socialdemocracia, pero también la de los movimientos radicales de izquierda para encontrar respuestas es un síntoma puede que positivo. Parece que las recetas que hasta ahora funcionaban no tienen respuesta. Cuando lo viejo no funciona las mentes se abren.

Las escenas que estamos viendo en EEUU de toma de los aeropuertos, de marchas del movimiento feminista y como se están extendiendo por el mundo me dan mucha esperanza. Esa oposición naciente de sectores empresariales de la nueva tecnología a las ideas y las propuestas de Trump constituyen una novedad sorprendente. Incluso fuerzas más tradicionales del capitalismo neoliberal están viendo los riesgos de esas políticas.

Llámenme tonto o fantasioso, pero estoy viendo como a través de una neblina aparecen nuevos movimientos que nos sorprenderán. Tal como pasó con la izquierda política y social de los años 60 puede que pasemos de las dudas, del sentimiento de incapacidad al entusiasmo.
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