15 de noviembre de 2011

Tiene que llover a cántaros




Algún listo decía que a la civilización la terminaba por salvar en caso de apuro un pelotón de soldados. Miraré en google quien dijo tal chorrada. Ahora dicen que la economía europea la rescatará un grupo de tecnócratas debidamente homologado por las autoridades bancarias europeas y por la señora Merkel. De la épica a la contabilidad como verán ustedes. Yo casi lo prefiero.

Los italianos parece que se alegran de la desaparición por detrás del escenario de Berlusconi. El payaso ha hecho mutis por el foro y las luces de las candilejas iluminan al señor Monti, un hombre cuya característica física más notable es lucir un morro que se lo pisa- es una descripción puramente física. Jamás nadie lució tal cantidad de colgajos cárnicos en un rostro por lo demás terso y extraordinariamente bien afeitado.

En Grecia ya no sabemos cómo el pueblo heleno- me divierte mucho la denominación helénica, otra cosa que tengo que investigar- ha recibido al nuevo Papanosequé. Posiblemente con menos demostraciones de alegría que sus vecinos itálicos.

Caídos los viejos imperios greco latinos el mundo antiguo entró en una espiral de oscuridad y confusión. Las tribus germánicas rápidamente se acomodaron a la molicie de la supremacía y convirtieron su vida en un espectáculo de querellas fratricidas y tribales. Estoy hablando como comprenderán de historias viejas. Hoy, sin embargo, no es previsible que los alanos compitan con los godos, los vándalos y los ostrogodos. Unificada la Alemania moderna no correremos los padecimientos tribales de nuestros siglos altomedievales.

Pero algo tiene que pasar. Parece que los francos modernos de nuestros días presididos por un descendiente de la vieja aristocracia húngara muestran un decidido propósito de convertirse en tribu feudataria de los de Berlín. Los viejos iberos y los hispanorromanos van a ser dirigidos en el futuro por un noble gallego inapetente y algo presuntuoso. No cabe esperar de él un grito de ¡a mí los hispanos, que los arrollo! Más bien lo que se espera es que el noble Rajoy quede a la espera de instrucciones del cuartel general. Yo solo confío, imáginense que contrariedad, en las tribus británicas y en los viejos celtas para hacer frente al avance del imperio germánico. Por lo menos tienen sentido del humor.

El mundo de hoy es distinto al de los siglos primeros de nuestra era. Hay nuevos personajes en escena. El imperio chino ya no es ajeno a la historia de occidente como entonces. Y las potencias emergentes del Pacífico piden paso al pie de nuestras fronteras. Por supuesto que también hay que contar con los primos de América que ya no están dispuestos a ejercer de primos marshállicos. No será tan facil para nosotros vivir en el futuro como si fuese una siesta medieval de siglos. Habrá que mover el culo o nos lo moveran a la fuera. No será suficiente que todos nos pongamos a cantar a coro desde Bruselas el We Shall Overcome.

Ah, sí, ya se quien dijo aquello del pelotón de soldados. Un tal Oswald Spengler. El autor de un libro titulado La decadencia de Occidente. Que curioso.

Seguro que va a llover. A cántaros.

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