Algún listo decía que a la civilización la terminaba por
salvar en caso de apuro un pelotón de soldados. Miraré en google quien dijo tal
chorrada. Ahora dicen que la economía europea la rescatará un grupo de
tecnócratas debidamente homologado por las autoridades bancarias europeas y por
la señora Merkel. De la épica a la contabilidad como verán ustedes. Yo casi lo
prefiero.
Los italianos parece que se alegran de la desaparición por
detrás del escenario de Berlusconi. El payaso ha hecho mutis por el foro y las
luces de las candilejas iluminan al señor Monti, un hombre cuya característica
física más notable es lucir un morro que se lo pisa- es una descripción
puramente física. Jamás nadie lució tal cantidad de colgajos cárnicos en un
rostro por lo demás terso y extraordinariamente bien afeitado.
En Grecia ya no sabemos cómo el pueblo heleno- me divierte
mucho la denominación helénica, otra cosa que tengo que investigar- ha recibido
al nuevo Papanosequé. Posiblemente con menos demostraciones de alegría que sus
vecinos itálicos.
Caídos los viejos imperios greco latinos el mundo antiguo
entró en una espiral de oscuridad y confusión. Las tribus germánicas
rápidamente se acomodaron a la molicie de la supremacía y convirtieron su vida
en un espectáculo de querellas fratricidas y tribales. Estoy hablando como
comprenderán de historias viejas. Hoy, sin embargo, no es previsible que los
alanos compitan con los godos, los vándalos y los ostrogodos. Unificada la
Alemania moderna no correremos los padecimientos tribales de nuestros siglos
altomedievales.
Pero algo tiene que pasar. Parece que los francos modernos
de nuestros días presididos por un descendiente de la vieja aristocracia
húngara muestran un decidido propósito de convertirse en tribu feudataria de
los de Berlín. Los viejos iberos y los hispanorromanos van a ser dirigidos en
el futuro por un noble gallego inapetente y algo presuntuoso. No cabe esperar
de él un grito de ¡a mí los hispanos, que los arrollo! Más bien lo que se
espera es que el noble Rajoy quede a la espera de instrucciones del cuartel
general. Yo solo confío, imáginense que contrariedad, en las tribus británicas y en los viejos celtas para hacer frente al avance del imperio germánico. Por lo menos tienen sentido del humor.
El mundo de hoy es distinto al de los siglos primeros de
nuestra era. Hay nuevos personajes en escena. El imperio chino ya no es ajeno a
la historia de occidente como entonces. Y las potencias emergentes del Pacífico
piden paso al pie de nuestras fronteras. Por supuesto que también hay que
contar con los primos de América que ya no están dispuestos a ejercer de primos
marshállicos. No será tan facil para nosotros vivir en el futuro como si fuese una siesta medieval de siglos. Habrá que mover el culo o nos lo moveran a la fuera. No será suficiente que todos nos pongamos a cantar a coro desde Bruselas el We Shall Overcome.
Ah, sí, ya se quien dijo aquello del pelotón de soldados. Un
tal Oswald Spengler. El autor de un libro titulado La decadencia de Occidente.
Que curioso.
Seguro que va a llover. A cántaros.
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