7 de noviembre de 2011

Si esto es miseria, ¡que siga!

Apple Shop in Hongkong
Tienda Apple en Hongkong. Una marca inmune a la crisis. Foto de hdzimmermann en Flickr. Licencia CC


Escribía ayer, en el País, Moises Naín sobre la oportunidad para los europeos de aprender de la experiencia de los latinoamericanos sobre crisis económicas y financieras. El artículo del politólogo venezolano ha generado un interesante debate.

En mi blog, y mas modestamente, he preferido solicitar a mi corresponsal en América, licenciado Medina, que me escriba, a modo de carta a los pobres europeos de a pie, sobre su larga experiencia en crisis.

Y esto es el interesante producto de sus reflexiones:

"La última vez que estuve en Madrid, fue en abril de 2008, hospedándome en casa de un matrimonio amigo. En esa y en la anterior ocasión, que fue en 2007, tuve oportunidad de recorrer no solo la ciudad sino las afueras, ya que por temas profesionales tuve que ir a dos parques industriales.

El matrimonio que me dio albergue está compuesto por un señor que siempre ve el vaso medio vacío y una señora que ha aprendido mucho de su experiencia de vida y ve las cosas con una perspectiva a la que aspiro alcanzar algún día, ya que en lo personal noto que a medida que pasan los años me voy aproximando a ella.

La cuestión es que este señor por las mañanas escuchaba en la radio a un periodista al que supongo de derechas, pues no hacía más que dar palo y palo al gobierno socialista, no encontrando nada, absolutamente nada que le pareciera al menos remotamente potable.

Y este amigo, inocentemente, le creía a pie juntillas y vivía amargado. Y digo inocentemente, pues me consta que se trata de alguien de buen corazón, que no milita en política ni tiene contacto alguno con políticos, empresarios o lo que fuere.  Un ciudadano de a pie, jubilado y que al fin de su vida profesional no ha hecho ni siquiera una mínima fortuna.  Un fiel representante de las mayorías silenciosas.

A este amigo, un día que íbamos en su auto, le dije: "Mira, cuando veo este florecimiento desmedido, lo único que se me ocurre decirte es: disfruta de esta bonanza porque en cualquier momento se termina, y ahí sí vas a tener motivos para quejarte".

A los seis meses comenzó la debacle, y durante el resto de 2008 y todo 2009, no tuve sino palabras de aliento para mis amigos españoles y alemanes.  Justamente, como me decías en tu invitación a escribir algo, como buen sudaca tengo larga experiencia en crisis económicas. Y esto me viene de familia, ya que también provengo de un matrimonio de ciudadanos de a pie (tan de a pie que nunca tuvo ni un automóvil).
Hasta finales de 2009, aproximadamente, pensaba que la crisis, si bien desde un primer momento se notaba que tendría forma de U y no de V, era una cuestión de tiempo, como sucede en nuestras latitudes, donde por hilar groseramente, se puede decir que cada cinco o seis años entramos o salimos de una.

Si fuera a guiarme por esa cronología, ya se habría tocado fondo y se estaría comenzando a remontar la U, pero a medida que pasa el tiempo y las señales negativas se multiplican y provienen de todos los puntos del orbe, ya no estoy tan seguro. Cuando viajé a Alemania en abril de este año, me puse a leer revistas sobre finanzas y economía, ya que nunca duermo en los aviones.  Pues bien, una de las revistas contenía una larga entrevista a 5 analistas alemanes que comentaban sobre posibles escenarios para Alemania y el resto de Europa.

Cuando me bajé en Munich, la depresión se había apoderado de mí.  Si bien había uno que apostaba a comprar deuda griega y acciones de empresas que venían cayendo, el panorama que planteaban los otros cuatro era realmente sombrío, y sus hipótesis se basaban en análisis y evidencia que se me antojaron irrefutables.

Lo que da miedo es el grado de globalización de la economía, la rapidez con que se propalan las noticias y el papel de los medios de comunicación en avivar más el fuego. Y las situaciones como la falta de control o la vista gorda de las autoridades encargadas de velar por la honestidad de los procedimientos, el que China comunista tenga agarrado del pescuezo a Estados Unidos y Europa, el papel de las potencias emergentes como la propia China y la India, o la situación en los países del golfo, donde tienen sus monedas atadas al dólar, hacen que me resulte difícil intentar encontrar una explicación más o menos coherente y lógica sobre por dónde está la salida.

A veces tengo la impresión de que se vendrá una mutación del sistema capitalista. Y me pone nervioso cuando desde el banco en el cual tengo una cuenta aquí en Canadá, me llaman una semana sí y otra también para ofrecerme inversiones y ventajitas financieras a mí, que como bien sabes, soy un pelagatos que se rige por el patrón oro (o sea, no solo carezco de fortuna sino que no uso mi única tarjeta de crédito sino cuando viajo y hago un gasto en un tercer país).

Me dices que te preguntan qué hacer con el dinero. En mi modesta opinión, hay tres cosas para hacer:

1) ponerlo debajo del colchón o en un cofre fort (total, el interés que se está pagando es irrisorio). En otras palabras, la teoría del "Desensillar hasta que aclare";

2) si a alguien no le gusta la primera opción y prefiere correr un poco de riesgo: comprar acciones en el mercado canadiense, especialmente en las áreas de commodities y, a más largo plazo, acciones europeas en el área de energía;

3) para aquellos que no necesiten usar el dinero en los próximos 15 años, invertir en acciones de grandes empresas (aseguradoras, fármaco-químicas, tecnológicas, etc.). Y aclaro que esto del punto 3) no es de mi invención sino que lo aprendí cuando vivía en Alemania y escuché una entrevista a un veterano gurú de la bolsa, que ante la clásica pregunta "¿En qué puedo invertir?" dijo precisamente eso: que se podía comprar cualquier acción, pero había que estar seguro de que el dinero invertido no se iba a necesitar a los pocos meses o años y que una vez compradas, lo mejor era no mirar la cotización diaria de los mercados. Y como ejemplo citó a un amigo que en 1937 le había suplicado que le recomendara qué acciones comprar, y que tras la guerra le reprochó el haberle dejado en la calle. Como apreciaba mucho al amigo, le compró esas acciones al mismo valor real de 1937, y para 1965, habían quintuplicado el valor de 1937.

Para finalizar, cito a la amiga del matrimonio con que comenzaba mi relato. Originaria de "un lugar de la Mancha" tan pobre que no conoció la leche embotellada sino hasta que sus padres se mudaron a Madrid (hasta entonces no conocía más que la leche en polvo). toda su vida ha puesto el lomo a las cosas sin preguntar cuánto pesan, y cuando compara la situación de ahora con la de su niñez, filosofa con mucho sentido común que, si hay que ajustarse el cinturón un poco, así se hará, pero que la situación no es tan mala, cuando por ejemplo, salen a la venta los nuevos iPhones y iPads, y la gente hace colas durante toda la noche para poder estar entre los primeros que compran esos artículos que no se caracterizan por ser baratos.

Algo similar a lo que decía mi padre cuando comparaba su infancia y juventud en el campo, sin electricidad, sin educación, sin atención sanitaria, sin red social de ningún tipo, con la vida que lleva ahora la mayoría de la gente: "Si esto es miseria, ¡que siga!""

2 comentarios:

CarmenS dijo...

Muy buen artículo. Las quejas de lo mal que estamos mientras cenamos copiosamente y vemos en la tele a los niños africanos comidos por las moscas, las quejas de los grandes empresarios que este año han reducido un 10 por ciento sus beneficios anuales contados en millones de euros, las quejas de esos adictos a las emisoras-basura que se empeñan en hacernos creer que vivimos mal cuando no nos falta lo imprescindible... ¿No era un poco excesivo cambiar cada tres años de casa o tener una segunda o tercera residencia, o cambiar toda la ropa de temporada cada año?

agremon dijo...

Si fuera la cosa como 'madrecita, que me quede así, que siga. Pero lo que estamos comparando es el incremento o decremento, no el monto absoluto. Y sigue decreciendo. A lo mejor es bueno (por ejemplo, a nivel Tierra), pero no deja de ser preocupante que el decremento sea contra nuestra voluntad.

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