Foto de Jaume d´Urgell en Flickr
Zapatero ha pedido a su partido que "juegue como siempre ha hecho en la historia". Esto ha dicho el presidente del gobierno y secretario general del PSOE a los miembros del Comité Federal reunidos hoy en Madrid. Se refiere, como todo el mundo se imagina, a los problemas surgidos en torno a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut de Catalunya.
El problema para Zapatero y para los socialistas es que precisamente su historia está llena de contradicciones en materia de soberanías, identidades y soluciones de encaje institucional de las diversas naciones o nacionalidades de España- la famosa cuestión regional o nacional española.
Decir “como siempre” es como no decir nada. Pues en cada época histórica el PSOE ha cambiado de táctica, de estrategia, de lenguaje y hasta de principios. Desde momentos duramente jacobinos y centralistas hasta otros llenos de comprensión y espíritu autodeterminista y pasando por todas las gamas del federalismo y del confederalismo. Invocar una linea maestra está lejos de la verdad histórica.
Hace poco recibía un email de un amigo asturiano- que contestaba a otro mio en el que le participaba mi particular teoría de la crisis del sistema autonómico español- en el que se demuestra esa larga historia de virajes. La voy a copiar íntegra y si me da su permiso en algún momento diré el nombre del autor. Es un poco largo pero merece la pena su lectura. Decir por adelantado que coincido totalmente con la teoria de mi amigo. Cualquier comentario será bienvenido.
“He comprobado que los períodos de acercamiento de las izquierdas españolas a los nacionalismos periféricos se corresponden con finales de períodos de gobiernos de derecha fuerte, y que a ellos le suceden otros períodos de alejamiento conflictivo, lo que Balcells llama "fases pendulares" de la relación entre izquierda y nacionalismos. A saber:
1. A finales del maurismo, en los últimos estertores de la Restauración antes del golpe de Primo, el PSOE comenzó a contemplar la cuestión regional, básicamente por la entrada de nuevos dirigentes institucionistas y republicanos, comenzando por Besteiro. Pablo Iglesias participó en la Asamblea de Parlamentarios de 1917 con Cambó; el PSOE aprueba en su XI Congreso (1918) la Confederación Republicana de Nacionalidades Ibéricas, propuesta de los socialistas catalanes (Nin, Camapalans, Recasesns, Serra y Moret, Xiráu, etc.); en diciembre de 1918, los diputados socialistas, por boca de Besteiro, se solidarizan con los diputados catalanistas (Lliga y republicanos) que se retiran ante el rechazo del gobierno de García Prieto (protegido por Romanones) al primer proyecto de Estatuto, en cuya redacción el PSOE colaborará a través de Largo Caballero, que era diputado por Barcelona.
Sin embargo, a este acercamiento de 1917-1918 se sucede un alejamiento drástico cuando el PSOE contempla que la burguesía catalana representada por la Lliga no es la esperanza liberal que odía modernizar el Estado, sino una clase propietaria que en la lucha de clases barcelonesa de 1919-1923defiende unos intereses antagónicos a los del proletariado, echando mano del ejército y apoyándose en la oligarquía madrileña. No en balde, en ese contexto Cambó y Ventosa forman parte de los "gobiernos constitucionales" de Romanones y Dato.
Así, el Congreso del PSOE de 1919 retira la moción confederalista de un año antes, censura a Besteiro su apoyo en las Cortes a los catalanistas (Prieto dijo que el resto de la minoría parlamentaria no conocía su discurso), y aprueba una nueva moción moderadamente autonomista, que seguirá vigente hasta 1946.
2. A finales de la dictadura de Primo, el PSOE se acerca a los planteamientos federalistas de Marcelino Domingo y acuerda la autonomía catalana en el Pacto de San Sebastián. El Socialista llega a definir al Partido como "federalista", pero sin apoyo de ninguna resolución congresual. El Congreso extraordinario de 1931 recomienda al grupo parlamentario en el debate constituyente apoyar una salida autonómica, pero no federal, de acuerdo con la moción aprobada en el Congreso de 1919. El PSOE, como los republicanos de Azaña y, sorprendentemente, los radicales-socialistas, votaron por tres veces en contra de la República Federal, al rechazar las enmiendas de los federales Valle, Crespo y el galleguista Otero Pedrayo. Asimismo, los debates entre Largo Caballero y Prieto por un lado, y Companys y Lluhí Vallescà (ERC) por otro durante la tramitación de la Constitución de 1931 fueron muy duros y sobre materias competenciales como la política social y la financiera.
3. En el gobierno de centro derecha de radicales y cedistas (1934-35), hay una nueva aproximación entre socialistas-republicanos y nacionalistas catalanes y vascos: solidaridad del PSOE con ERC por la crisis de la Ley de Cultivos (al entender que el nuevo contrato de aparcería era un avance social en el campo catalán, lo que mereció la oposición de la Lliga y la CEDA), y apoyo a la insurrección de los ayuntamientos vascos (Prieto llegó a presidir las sesiones de la Asamblea municipal vasca).
Sin embargo, durante la guerra civil la actitud de nacionalistas vascos y catalanes hacia la República fue decepcionante para socialistas y republicanos. Azaña lo deja meridianamente claro en sus "Cuadernos de la Pobleta" y en "La velada en Benicarló". Actitud egoísta, particularista e insolidaria después de lo que las izquierdas republicanas y socialista tuvieron que aguantar por apoyar los Estatutos catalán, vasco y gallego.
4. Efectivamente, acercamiento filofederalista e incluso autodeterminista al final del franquismo, al que sucede un mayor realismo autonomista durante la discusión constitucional de 1978, los pactos con UCD en 1981 (LOAPA) y con el PP en 1992, asñi como relaciones ambivalentes con CiU y PNV.
5. Acercamiento en la segunda legislatura de Aznar, que se traduce en la propuesta de reformas estatutarias al negarse el PP a la reforma constitucional. Considera que la declaración de Santillana, formalmente una propuesta del PSOE para reformar el Estado Autonómico, supone realmente el vistobueno a la reforma del Estatuto Catalán que PSC, ERC e ICV ya habían registrado en el Parlament de Catalunya. Es decir, la Declaración de Santillana consagra el pacto entre PSC (PSOE) y ERC y la aprobación de un nuevo Estatuto cuyas bases ya se conocían cuando Zapatero dijo en el Sant Jordi que admitiría lo que aprobara el Parlament. Creo que este paso de la nueva dirección del PSOE no fue bien medido.
La consecuencia es que, nuevamente, a este acercamiento durante un gobierno fuertemente derechista (el de Aznar) ha sucedido un repliegue de posiciones en el PSOE en su segunda legislatura: del pacto parlamentario con ERC, a la búsqueda del pacto con CiU, y de los pactos con ERC y BNG en Cataluña y Galicia, a los pactos con UPN y PP en Navarra y País Vasco. Si para Zapatero el concepto de nación era discutible, recientemente declaró en una entrevista a Mónica Terribas en TV3 que consideraba que Cataluña no era una nación sino una nacionalidad, de acuerdo con la tesis del magistrado del TC Manuel Aragón.
Así pues, vemos que a finales de períodos de gobiernos de derecha política (Maura, Lerroux-Gil Robles, Aznar) o militar (Primo, Franco) el PSOE (y también el PCE y hasta el anarcosindicalismo) se ha acercado a los nacionalismos periféricos asumiendo incluso posiciones federalistas. Pero que a ellos han sucedido otros tantos períodos de repliegue jacobino.”
POSTSCRIPTUM
Los comentarios entrecomillados pertenecen a mi amigo Daniel Guerra, quien me ha autorizado a su reproducción. Es más, me hace llegar el siguiente texto por email:
"Agradezco tus comentarios y por supuesto que puedes citar mi nombre cuando lo estimes oportuno. En el debate sobre el estado de la Nación, Ridao (ERC) volvió a preguntar lo mismo que Puigcercós (también de ERC) durante el debate del Estatut: ¿dónde está la izquierda federalista española? No sólo se quejan de la agresividad de la derecha, sino de la pasividad de la izquierda. Es una pregunta recurrente en ERC, ICV y el PSC. Querrían una actitud más decididamente "federalista" por parte del PSOE y de la izquierda intelectual. Pero amplios sectores del PSOE y de la izquierda intelectual están ya cansados de Montilla, de sus bravuconadas y de la pesadez del debate identitario catalán.
El catalanismo quiere que España cambie para que Cataluña encaje bien, para que los catalanes estén agustito. Tienen todo el derecho a quererlo, a pedirlo y a proponerlo. Pero España cambiará cuando quiera España, no cuando quiera Cataluña. España cambiará su modelo de Estado cuando reforme la Constitución, y para ello es necesario un pacto entre el PSOE y el PP, no basta el catalanismo. El PP no quiere, y el PSOE no tiene ganas. El PSOE ha tragado quina con el Estatut y se agarra a la sentencia del TC para decir "objetivo cumplido" y cerrar el tema, por más que Montilla y los nacionalistas lo quieran mantener abierto. Se acabó, finito, se pueden descentralizar algunas cuestiones por el 150.2 pero nada de cambiar el modelo. La sentencia lo define y lo cierra conceptualmente, diciendo que España es un Estado autonómico, no federal, en el que la Constitución está por encima de los Estatutos de Autonomía.
España es la nación política y Cataluña puede ser una nación cultural, sentimenal, o simbólica, pero la soberanía reside en el pueblo español. Bueno, esto último es una ironía, claro: la soberanía reside en el FMI, Wall Street, el BCE, la Comunidad Judía, los Emiratos Árabes, Putin y el PC Chino, para qué nos vamos a engañar. Ni Cataluña es una nación por mucho que lo proclamen, ni lo es España por mucho que lo diga la Constitución. Los soberanos son los fondos de donde salen los préstamos que nos mantienen vivos como país, siempre que hagamos lo que nos manden. Discutimos sobre conceptos jurídico-políticos, sobre conveniencias formales que pueden coincidir o no con la realidad. Son discusiones que, al menos, dan sentido a la vida y a los honorarios de constitucionalistas, politólogos, historiadores, antropólogos y otros sesudos académicos. Pero aquí lo único real es que hay que cumplir las condiciones del prestamista, todo lo demás es pura retórica. Y, por si acaso, ya hay una publicidad en la televisión en la que se dice que "Marruecos está preparado". Por si falla España, se entiende.
Pero volviendo al tema: el nacionalismo catalán, con toda su fuerza, no puede cambiar la Constitución ni el modelo de Estado. Es lo que hay. Y mientras, no pararán de dar la traca. Ortega tenía razón, esto no tiene solución, porque es la eterna insatisfacción del que no está a gusto pero tampoco se larga. Sostengo que Azaña no tuvo más remedio que darle la razón durante la guerra, y eso le mató.
Un saludo."
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