Los nacidos en la década de los 50 del siglo pasado- que mal suena el enunciado- hemos ido viendo aparecer máquinas de todo tipo en nuestra vida. Hay que hacer un esfuerzo serio de memoria para reconocer entre tanto aparato aquellos que hayan marcado un cambio sustancial en nuestras vidas. Por nuestras manos, nuestros ojos y nuestros oídos han pasado sin solución de continuidad nuevas herramientas que cambiarán, si no lo han hecho ya el mundo:
La televisión. Solo fue un artefacto de masas ya muy entrados los años 60 en España. Hasta entonces era un artículo de lujo que apenas servía para entretener el ocio de las familias burguesas españolas. Puede que sea con la retransmisión de los partidos de fútbol cuando la TV alcance la magia de objeto imprescindible en los hogares. La televisión en color y la multiplicación de los canales ha sido un logro mucho mas posterior. Pero no cabe duda que la TV ha cambiado la forma de vida y la forma de pensar de la mayoría del pueblo. Para bien y para mal. El mundo de salsa rosa se contrapesa con los canales documentales. La televisión basura se compensa con el acceso a cientos de canales informativos del mundo entero. El video, artefacto creado por y para las televisiones, se va convirtiendo día a día en el soporte mas útil y sofisticado en la comunicación de masas a traves de la Red. El encuentro de la TV con la Red de Internet anticipa un nuevo cambio en las formas de “consumir” TV. De la TV de masas a la TV a la carta.
El ordenador. En los años 60 y 70 aquellos que trabajábamos en empresas grandes nos fuimos familiarizando con los ordenadores de gestión, con las antiguas tarjetas perforadas, pero casi siempre como usuarios de los informes que aquellos grandes trastos producían. Solo unos pocos entraban en aquellas salas climatizadas sabiendo interpretar los lenguajes de programación y entender los sonidos de las impresoras y de las máquinas. No es hasta finales de los 80 que los ordenadores personales entran en el mundo de la empresa. Y hasta mediados de los 90 en los hogares. Hasta entonces las máquinas de sumar, me acuerdo especialmente de unos armatostes de marca Frieden, eran junto con algunos viejos teletipos y las máquinas de escribir eléctricas los únicos elementos tecnológicos en las labores oficinescas. Podríamos sumar al inventario y siempre que nos refiramos a empresas de cierto avance las máquinas visoras de microfilms y algunos dictáfonos grandes como ordenadores portátiles. Teletipos, microfilms, tarjetas perforadas y máquinas de escribir eléctricas y manuales han pasado a mejor vida. El ordenador personal, el PC, se ha erigido en el equipo imprescindible y en ese sentido hoy podemos hablar de un cambio tremendo en la forma de producir y en la forma de comunicar. Pero para ello ha sido necesario que el ordenador se potencie con la aparición de Internet
Internet. No se si tenemos la suficiente perspectiva para calificar Internet como el avance sustancial de nuestra época. Algunos teóricos creen que así es. Que con Internet entramos en la era de las comunicaciones integrales. Que es un salto espacial que multiplica por miles la potencia de artefactos anteriores como el ordenador, el teléfono y el video. Que da un sentido nuevo a toda la civilización tecnológica anterior y que por lo tanto anticipa un nuevo mundo, una nueva forma de vida social y económica. Tantos son los logros que se anticipan que nunca como hasta ahora un invento ha generado tantas expectativas de cambio. El propio debate sobre el invento llena al conjunto de los nuevos medios. Imaginemos que en los primeros años del teléfono la mayoría de las llamadas entre los abonados hubiesen versado sobre la propia maravilla del aparato. Ese ensimismamiento, esa felicidad autorreferencial se debe a la maravilla del invento? al vértigo de futuro? o es solo una forma de mostrar la impaciencia sobre la imposibilidad de cambiar al mundo o de visualizar la nueva sociedad que haga útiles tantas excelencias?
Los teléfonos móviles. Es curioso como un invento cuyos creadores creían destinado en exclusiva al mundo de los grandes negocios y de los ejecutivos de cierto nivel- todavía recuerdo con espanto los primeros equipos tipo ladrillo que no tenían cobertura casi nunca- se haya convertido en el icono de consumo mas universal de nuestra civilización. Creo en un mundo futuro sin cables. Creo en un mundo de comunicaciones abiertas. Incluso creo que los avances inalámbricos pueden permitir adelantar y hacer progresar a países y culturas que todavía no han recibido los beneficios de las redes fijas de telefonía. Pero me parece que en esa línea de prioridades la comunicación sin cables mas útil: telemedicina, organización social y familiar, urgencias y datos ha sido reemplazada por el triunfo de la banalidad. Yo no quiero un teléfono móvil para que hagan conmigo marketing telefónico ni para recibir mensajes SMS de gentes que supuestamente me quieren conocer. Miro mis facturas telefónicas y compruebo como supero los 100 euros al mes en gasto. Estoy seguro que mas del cincuenta por ciento de ese gasto es prescindible y sin embargo siento la falta de servicios por los que estaría dispuesto a pagar: conexiones para mi ordenador, citas médicas y burocráticas, etc. Veo como la gente muy joven ha descubierto que detrás del teléfono móvil está una forma de relacionarse socialmente nueva. A lo mejor son mis prejuicios. El caso es que no acabo de reconciliarme con el aparatito. Pero no cabe duda que marca un antes y un después. En convergencia con los ordenadores, con los sistemas operativos mas bien y con Internet, puede que sea la pieza que mas revolucione el mundo del futuro.
Los nuevos soportes digitales, las máquinas periféricas. Los MP3, los cd rom. Los dvd. Las cámaras fotográficas. Las impresoras. Los navegadores GPS. Cada una de ellas no suponen rupturas con sistemas anteriores sino el perfeccionamiento que trae consigo lo digital: la capacidad, el transporte, . Pero todas estas máquinas juntas suponen la creación de un hombre nuevo, un homo habilis tecnológico capaz de usar todas esas herramientas. Un nuevo salto, un nuevo periodo tan importante o mas como el que supuso pasar del musteriense al auriñaciense.
Otro día hablaremos del gobierno. O de Ribadeo.
2 comentarios:
Naturalmente todos estos avances tecnológicos hacen que nuestras vidas sean más fáciles, o al menos facilitan el tránsito entre tanto marasmo y caos tecnológico que tantas dificultades nos ocasionan en la vida.(¿?) Desconcertante paradoja. También nos hacen más felices. O eso se afanan en hacernos creer. Al fin y al cabo todo avance, en la materia que sea tiende a mercantilizarse y se convierte en objeto de consumo. Y ya sabemos que consumir conduce a la felicidad. Tanto es así, que justificamos la utilidad de lo que nos afanamos en consumir -como tu apuntabas acerca del imprescindible GPS- aunque de no habérnoslo vendido nunca hubiéramos necesitado poseerlo. De todos modos, si la felicidad está hecha de pequeños momentos, de breves instantes, es posible que el placer de poseer "lo último" nos haga un poco más felices, en el momento de comprarlo y mientras dure la ilusión por la compra. Las compras post-vacacionales parece que ejercen una función tepeútica ante el bajón de tener que comenzar una nueva temporada. Así que el plasma gigante, el GPS, el móvil que lo hace todo, el iPod, el portatil con cientos y cientos de Gigabytes, la plancha inteligente, etcétera, etcétera, es posible que nos hagan más felices. Lo que no sé es si nos hará ser mejores personas.
Un saludo,
Enrique
Enrique
Total coincidencia con tu comentario. El progreso cientifico apenas va acompañado de progreso "moral" o "etico". Yo creo que estamos necesitados de alguna revolución ética como las que supusieron el cristianismo primitivo, la reforma o la ilustración, última apuesta para cambiar "al hombre". De vez en cuando aparece un movimiento que parece ir en ese sentido. Pongamos en nuestros dias el hipismo o el ecologismo. Pero apenas cautivaron a una fracción pequeña de la juventud. Hoy el hipismo ha quedado reducido a unos pocos okupas y "perroflautas" y el ecologismo se ha mercantilizado al máximo para tratar de incidir en la realidad y ha perdido su componente "profético".
Por lo que se ve ya estamos otra vez de vuelta a ver si esto se anima.
Un abrazo
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