“Sí, me gusta la música. Aunque debe cumplir algunas condiciones, entre ellas, que no haga que las personas se salgan de sí y pierdan la compostura. He oído que algunos estilos, no el propio rap sino el heavy metal y algún otro, con el uso de alucinógenos llegan a provocar que mientras se conduce a toda velocidad [los jóvenes] abran las ventanas o las puertas y salten por ellas”
Declaraciones a El Pais de Mohamed Hosein Saffar-Harandi, Ministro de Cultura de Irán.
Decía Napoleón que la música era el menos desagradable de los ruidos. El pensamiento del ministro de cultura del pais de Zoroastro lleva la músicofobia del espacio de las manías personales a materia de gobierno. Ha oido-donde?- que los seguidores del heavy metal son suicidas de carretera. Las estadísticas de tráfico deberían señalar nuevas categorías de accidentados. Tanto porcentaje de muertes por no usar el cinturón de seguridad, tanto por alcohol y tanto por ciento por escuchar indebidamente a Guns n´roses, Led Zeppelin o Barón Rojo.
Ahora que las potencias occidentales preparan la guerra contra Irán no estaría de mas ensayar técnicas musicales de ataque como las de Mars Attack. A la vista de los miedos que tienen los políticos persas a la música “moderna” sería buena idea contratar a Metallica para difundir sus canciones a través de los altavoces de los helicópteros, rememorando con ello una de las supremas escenas del cine bélico de todos los tiempos. Equivaldría al peor de los ataques con bombas de racimo imaginable.
Ahora bien, tal como están las cosas, cabe que estos fundamentalismos antimusicales se contagien a la escena política internacional y los ministros de cultura de los diferentes paises declaren la guerra a cualquier tipo de música. Imaginemos a nuestro Cesar Antonio, sin Cleopatra Regás en el organigrama, acusando al reggaeton de los embarazos de nuestras jovencitas. O al conseller de cultura de Catalunya hostigando al flamenco por ir contra las esencias de la patria catalana. No quiero ni pensarlo.
Dicen que el flautista de Hamelin logró gracias a su instrumento liberar a la preciosa ciudad alemana de las ratas y con ello librar a sus vecinos de la peste. Hoy necesitamos un nuevo flautista, mejor un quinteto de metal al completo, para conseguir llevarse en fila india a todos estos maniaticos anti música hacia el paraiso que tanto les pone: el silencio de la nada.
2 comentarios:
Yo también lo he leído, y me causaría risa si no fuera por lo trágico de la mentalidad que hay detrás de eso y por el poder que ostenta alguien con esas ideas. Con Cervantes, "donde hay música no hay cosa mala", pero donde no la hay...
Donde no hay cosa mala, ten cuidado!
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