Con Spotify llega una nueva forma de escuchar música a través del ordenador. Con muy buena calidad, sin cortes, salvo algunas cuñas publicitarias nada intrusivas, y sin interrupciones del famoso búfer. Casi toda la música que se te pueda ocurrir, en dos meses que lo vengo usando apenas he tenido dificultades para encontrar lo que iba buscando. Y totalmente gratis. Y sin la sensación de tener por detrás controlándote a las compañías telefónicas o a los famosos inspectores de la sociedad de autores, esos que van por los pueblos cazando orquestas y charangas copionas o locales con la música puesta sin pagar derechos.
Mientras trabajo y con mis cascos, para no molestar a nadie o para aislarme del mundo y no dar cuentas como me dice Isabel, elijo las canciones que mejor acompañen mi deambular en el mundo de las teclas y el ratón. A veces música de ambiente, mi imprescindible Brian Eno, en ocasiones como ahora a mi mejor amiga la Hardy, otras veces a John Scofield y su guitarra sureña o a, en la mayoría de los casos, cualquier filarmónica o grupo de cámara interpretando a Mozart (por ejemplo del genio de Salzburgo tiene registradas casi 15 mil piezas), Purcell o Vivaldi o las voces eternas de mis amigos los tenores o las sopranos. El buscador que te facilita los hallazgos es de una prontitud y calidad magníficas y puedes, además, guardar las búsquedas y organizar tus programaciones. Incluso tiene el programa un sistema para, tal como las listas de reproducción del ipod, recibir las sugerencias de tus amigos o para montar tus propias recomendaciones.
Tengo mis dudas sobre las descargas de música a través de los programas tipo emule o, la mejor opción, los rapidshare. No tanto por el debate sobre los derechos de autor en el que me pronuncio a favor de que la industria encuentre un sistema mejor que el actual tan poco adecuado al ritmo del cambio tecnológico sino por la necesidad de encontrar la música en unas condiciones de calidad y de naturalidad que ahora no se dan. A través de los buscadores musicales o de las suscripciones a los feeds de agrupadores de enlaces, que los hay y muy buenos, puedes encontrar prácticamente lo que quieras y con el coste de acceso a los servidores tipo megaupload o rapidshare por debajo de los cinco euros al mes se puede decir que la última frontera legal del negocio ha caído. Siendo así las cosas no veo nada satisfactorio para nadie la situación. Los creadores perdidos y teniendo que renunciar a la vía del ingreso por descargas. Una industria de distribución en el caos y dedicando lo mejor de sus recursos a guardar el agua de mar con las manos y con la compañía nada agradable de abogados, detectives y delatadores. Unas compañías, las nuevas industrias opacas a la ley, viviendo de cobrar por unos servicios, la banda ancha, que los usuarios pagamos dos veces. Etc.
Hace tiempo que convertí todos mis fondos musicales a formato digital y regalé cientos de cds y de LP a los amigos de las arqueologías sonoras que son legión. Durante unos meses organicé en el salón de casa una artística instalación de cajas y bolsas sobre las cuales los visitantes se arrogaban el derecho de llevarse lo que pillasen. Ahora con mi IPOD a cuestas tengo mi sonoteca, ¿se dice así?, allá donde vaya. Mis oídos no hacen grandes distingos entre la calidad de unos soportes u otros. La diferencia la vivo más en cuestión de reproductores. Esto encantado con mis Bose y con las entradas aux de mi viejo reproductor con amplificador Pioner y tengo almacenadas más horas de música de las que el tiempo me permitirá disfrutar. De vez en cuando compro en itunes cosas que echo en falta.
Creo que Spotify es una buena alternativa y me imagino que en su momento sacarán al mercado una versión móvil. Si ello ocurre en coincidencia con la eclosión de tarifas verdaderamente planas de la telefonía móvil puede incluso que el mercado de la música se incline por un tipo de distribución en línea más que al engorro de almacenar archivos musicales a través de los ordenadores personales o las terminales tipo ipod.
Parece que Spotify no opera en todos los mercados. Lo hace en España. Mientras dure será fantástico. Supongo que no todo el mundo pensará lo mismo. Algunos dirán que donde está el truco. Otros no aceptarán fácilmente el principio de renunciar al propio almacenamiento a lo Robinsón Crusoe. Puede que se pregunte por la dificultad de entrar en las listas de Spotify a los nuevos creadores. No sé realmente en que acabará todo esto pero estoy seguro que Spotify es un paso en la dirección correcta.
A lo mejor no lo he dicho, pero Spotify es un programa que hay que descargar e instalar. No tiene traducción al castellano pero es de muy sencillo manejo. La navegación por las búsquedas impecable y muy gráfica. Y parece que solo lo puedes conseguir por invitación al igual que pasaba antes con el correo gmail.
Yo que he aprendido música escuchando coplas por los patios de vecindad y por las radios Telefunken y Philips de diez kilos de peso. Que he comprado discos, casettes, cds, dvd y todo tipo de formatos digitales. Que he descargado compulsivamente al modo de cualquier adolescente coleccionista puedo decir que Spotify tiene sentido y anuncia un tiempo mejor. Felicidades.
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