5 de octubre de 2008

Un discurso político de hace 75 años


299_9927, originalmente cargada por dbking.

Las palabras que van a continuación forman parte de un discurso político pronunciado hace 75 años. Pero parece escrito para nuestros días. Dejo a su segura perspicacia que pongan nombre a su autor. Les daré una pista: su mujer fue muy odiada por Franco. El primero que ponga su nombre en comentarios será nombrado "redactor jefe" y será premiado con la obligación de escribir dos o tres artículos al mes. Tema libre, eso si...

Este es el discurso, un extracto:

(...) Animado de este espíritu y confortado por el de ustedes, afrontamos nuestro problemas comunes, los cuales, gracias a Dios, son exclusivamente materiales. Los valores han mermado hasta alcanzar niveles fantásticos; los impuestos han aumentado; nuestra capacidad de pago ha disminuido; el manejo de todos los negocios confrontan una seria reducción de ingresos; los medios de trueque se encuentran congelados en el tráfico comercial, hojas marchitas de la industria yacen por todas partes; los agricultores no encuentran mercado para sus productos; se han esfumado los ahorros que hicieron durante muchos años millares de familias.

Y, lo que es más importante, una multitud de ciudadanos sin empleo encara el inflexible problema de la existencia, y un número igualmente voluminoso trabaja con un salario ínfimo.

(...)

Lo anterior acontece, principalmente, porque los administradores del intercambio de bienes de consumo para la humanidad, debido a su propia obcecación e incompetencia, han fracasado y, al admitir su fracaso, se han retirado. Los métodos que acostumbran usar los corredores de moneda, faltos de escrúpulos, están enjuiciados en el tribunal de la opinión pública, y son rechazados por los corazones y las mentes de los hombres.

En verdad ellos han intentado la solución, pero sus esfuerzos están fundidos en el molde de una tradición ya muy gastada. Ante la falta de crédito, sólo se les ha ocurrido proponer más dinero en préstamo.

Despojados del cebo de la utilidad, por el cual inducen a nuestro pueblo a seguir su falsa orientación, han recurrido a ruegos, suplicando lastimosamente que se restablezca la confianza. Lo único que conocen son las reglas de una generación de egoístas. Carecen de visión y, cuando ésta falta, el pueblo sucumbe.

Los cambistas de dinero han huido de sus altos sitiales en el templo de nuestra civilización. Ahora podemos reinstalar en ese templo, las verdades antiguas.

La medida de esa restauración depende del grado en el cual apliquemos valores sociales más nobles que la simple humanidad monetaria.

Ya no deben subordinarse la felicidad y el estímulo moral del trabajo, a la loca persecución de beneficios que se desvanecen. Estos días lúgubres valdrán todo lo que nos cuestan si nos enseñan que nuestro verdadero destino no nos va a servir sino para administrarnos y administrar a nuestro prójimo.

Sin embargo, la restauración no sólo clama porque se hagan cambios en la moral. Este país demanda acción y acción inmediata.

Nuestra tarea primordial y máxima consiste en poner a la gente a trabajar. Esto no es un problema insoluble si lo afrontamos con prudencia y valentía.

Esa labor puede ser auxiliada si se hacen esfuerzos definidos con el fin de elevar los precios de las cosechas agrícolas y, con esa fuerza económica, adquirir la producción total de nuestras ciudades.

Puede remediarse también impidiendo en la realidad la tragedia que significa la pérdida creciente, por remates hipotecarios, de nuestros pequeños hogares y granjas.

Se puede contribuir a ella si se insiste en que los gobiernos federal, estatal y local impongan una reducción inmediata y drástica en sus gastos.

Puede ayudársele unificando las actividades de socorro que, a la fecha y con frecuencia, son dispersas, antieconómicas y desiguales. Puede ser auxiliada mediante la planificación nacional y la supervisión de todas las formas de transporte y comunicaciones así como de otros servicios de naturaleza netamente pública.

(...)

Por último, en nuestro camino hacia la reanudación del trabajo, necesitamos dos garantías para impedir que vuelvan los males anteriores: debe haber una supervisión estricta de todas las operaciones bancarias, así como de los créditos e inversiones; hay que poner término a las especulaciones que se hacen con el dinero de la gente y contar con una disposición que establezca una moneda corriente, adecuada y firme.

(...)

8 comentarios:

Anónimo dijo...

F.D.R? Odiaba la collares a la Eleanor? Ni idea oiga... Igual me estoy liando.

Ángel de Olavide dijo...

Hola Daniel
Pues si. Es una historia bien conocida. Hace un año Jorge Reverte escribió un estupendo artículo en El Pais. Copio algunos párrafos por su interes al respecto.

Por Jorge M. Reverte, escritor y periodista (EL PAÍS, 03/12/07):
Las relaciones entre el presidente Roosevelt y Franco fueron siempre de antipatía mutua. El presidente americano quiso incluso ayudar a la República, pero nunca intentó derrocar a Franco. Una investigación hecha desde Estados Unidos por el historiador Joan Maria Thomàs cuenta esta historia apasionante......

.....En realidad Franco había mantenido a España fuera de la guerra porque los problemas de abastecimiento de alimentos básicos y de gasolina eran tan graves que hacían imposible la intervención, salvo que Alemania le garantizara suministros suficientes y, además, satisficiera sus ambiciones de hacerse con los territorios franceses del norte de África.
El presidente Roosevelt, que detestaba a distancia al dictador, mantuvo hasta 1941, cuando el ejército japonés bombardeó Pearl Harbour, una política errática y desorientada que adquiría solidez sólo cuando se plegaba a las líneas marcadas por el Foreign Office británico. Esa política de contención de Franco es la que permitió al general ganar la Guerra Civil contra una República abandonada a su suerte, no sólo por políticos que le eran francamente hostiles, como Chamberlain, sino por otros que simpatizaban con su causa, como el propio Roosevelt. Durante los años de la guerra, la diplomacia americana prefirió apostar porque el conflicto se mantuviera dentro de los límites españoles, bajo la idea básica británica de que era posible mantener controlado a Franco a base de darle ayudas y tenerle atado con el juego de las finanzas y los suministros de primera necesidad. Para los conservadores ingleses, además, los republicanos eran poco menos que una banda de asesinos dispuestos a entregar España al comunismo ruso.
Roosevelt no pensaba eso, y su mujer fue incluso una activista pro republicana. El presidente tendía, quizá por la influencia de Eleanor y de los intelectuales con los que tenía relación, a ver el conflicto español como una guerra entre democracia y fascismo. ......
..... Pero en su partido, el demócrata, había más simpatía por Franco que por la República, debido a la influencia de una Iglesia escandalizada entre otras razones por los asesinatos masivos de religiosos en territorio republicano. Y mantuvo por razones tanto externas como de política interna una postura de embargo contra la República mientras hacía, bajo cuerda, maniobras que favorecieran el suministro de armas y gasolina al régimen legal en España.
Cuando Franco ganó la guerra, el presidente basó su política en las directrices británicas. Pero también en la defensa de los intereses económicos y humanitarios americanos en España, como la ITT o el embrollo de la repatriación de los supervivientes de la Brigada Lincoln que se pudrían en las cárceles de Franco.
Una vez Hitler desencadenó la guerra en Europa, la perspectiva fundamental fue evitar la entrada de España en la guerra a favor de Alemania. El hombre que tuvo que lidiar con los peores episodios de esa misión fue Alexander W. Weddell, que no escondía su simpatía por el dictador y su causa. Por ello, su misión se vio sometida a graves accesos de perplejidad cuando comprobaba la soberbia con que le trataba el ministro Serrano Suñer, quien además no intentaba esconder su proclividad a participar con Hitler y Mussolini en aventuras mayores. El envío de la División Azul a combatir a las estepas rusas era una buena manifestación de ese espíritu. Esa perplejidad de Weddell se acabó convirtiendo en hostilidad abierta tras algunos incidentes de carácter grave entre ambos personajes, y llevó, probablemente, a nublar el juicio del embajador en cuanto a las posiciones de Franco, lo que provocó valoraciones erróneas por el Departamento de Estado.
Tras la declaración de guerra de Estados Unidos contra Japón, la actividad política norteamericana en relación con España hubo de ser forzosamente más aguda y activa. Mientras los ingleses se habían dedicado a tejer una red importante de contactos que apoyaban a los militares opuestos a la guerra (acción que financiaba Juan March en forma de “donaciones” a hombres tan prominentes del aparato militar como el coronel Galarza y generales como Kindelán o Beigbeder), los norteamericanos partían de una posición menos experimentada.
A pesar de ello -y éste es otro de los hechos que eran desconocidos hasta ahora- , hubo un importante acercamiento al general Orgaz, un hombre al que los americanos consideraron “uno de los generales de nuestro bando” que ostentaba en 1942 el cargo de Alto Comisario en Marruecos. El encargado de Negocios en Tánger, J. Rives Childs, acompañado por el agregado naval, el teniente coronel Hedi, llegaron a un principio de acuerdo con el general para entregarle suministros en el territorio bajo su control con los que debería resistir, en el caso de que se produjera una invasión alemana de la zona española de Marruecos. ......
.....Los pormenores de la política de la Administración de Roosevelt con Franco resultan apasionantes. Sobre todo desde la perspectiva inédita de esa Administración, que es la que ha utilizado Joan Maria Thomàs, un profesor de la Universidad Rovira-Virgili, para escribir Roosevelt y Franco, un libro tan cargado de novedades para los dos países que se publica, también, en los Estados Unidos.

El articulo se puede leer en la dirección:
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Roosevelt/Franco/mutua/antipatia/elpepiopi/20071203elpepiopi_11/Tes

Anónimo dijo...

Muy, muy interesante. Gracias por el enlace y artículo.

Ricardo Márquez dijo...

Sorpresas te da la vida. Creo recordar que fue Felipe González que venía a decir: la diplomacia exterior debe de estar siempre con el gobierno y con la oposición que intenta derrocarlo. El apoyo incondicional al gobierno o la oposición puede desencadenar la perdida total de control con el que gane. No siempre esta formula ha sido mágica, y de hecho los opositores han roto despues con el que le apoyaban (Iran y Afganistán).

Por lo demás el discurso lo podría dar cualquier político,... con el panorama que hay; o cualquier discurso nos podría servir,... con el panorama que hay... Es lo mismo.
Ricardo.

Ángel de Olavide dijo...

Hola Ricardo. Todos los grandes discursos políticos se parecen desde Grecia hasta ahora. Pero hay piezas tan hermosas que da pena ver el estado de la política actual. Parece que Obama trae aun aire nuevo en cuestiones de oratoria pero por estos lares lo acomodaticio, lo vulgar impera. tienes razón todos parecen decir lo mismo... Por eso he colocado aqui este hermoso discurso. Quite de la selección aquello tan repetido de "solo tenemos que tener miedo del miedo mismo" pues me parece que es lo mas cursi de las palabras de nuestro amigo de la silla de ruedas...

Anónimo dijo...

Lo que dices de la esencia casi sin variar de los discursos políticos parece que puede aplicarse a la economía también o, al menos a la gestión (empresarial, financiera,...)

agremon dijo...

Veo en el discurso una buena descripción, pero no un análisis de causas, como no queriendo echar culpa a nadie. En la actualidad, se echan las culpas pero no se les pone penas a los culpables...

Ángel de Olavide dijo...

Acabo de enterarme por una información del periodista Enric Sopena que el embajador de Estados Unidos en España desde el año 1933 a 1939 fue Claude G. Bowers. Era un brillante periodista y militaba en el Partido Demócrata, como el presidente norteamericano de aquella época, Franklin D. Roosevelt, con el que mantenía una muy fluida relación. Escribió un libro, Misión en España, que es una crónica excelente sobre los años de la República y la Guerra Civil. No se si el libro es facil de encontrar pero parece que merece la pena. La nota completa de Sopena está aqui:
http://www.elplural.com/politica/detail.php?id=26172

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