2 de octubre de 2008

Historia de un soldado desconocido

Melendreras_Cartel10/

Tiene 87 años. He pegado la hebra con él esta misma mañana en la sala de espera de oftalmología del Clínico. Nada como una sala de espera de un hospital público madrileño para templar el carácter, para enfrentar el tedio de las horas.

Empieza la charla con mi amable vecino encadenando un –aquí ya se sabe cuando se viene pero nunca cuando se marcha uno-, siguiendo por la crisis mundial y los chinos y los japoneses, alta geopolítica, y llegando, mutatis mutandis, se me ha olvidado el significado de este latinajo pero queda muy bien en estas ocasiones, a los alemanes. –Usted no sabe como son los alemanes-, -todos estaban detrás de Hitler. Yo les he conocido y sé lo que me digo.

Sufrí a los alemanes en la División Azul. No se crea que fui voluntario. A la fuerza. ¿Y cómo fue eso? , le pregunto. Y aquí mi reciente amigo me cuenta su historia.

Su padre guardia civil muere en acto de servicio en los acontecimientos del 34. No me precisa como fue la cosa ni yo se lo pregunto. A él, le mandan, muy jovencito, al colegio de huérfanos de la Guardia Civil, que entonces estaba en Valdemoro. Llega el 37. Es de la famosa quinta del biberón y le llaman a filas. Se incorpora, dados sus antecedentes, al cuerpo de carabineros.

Forma parte de algún servicio de escolta, no me explica muy bien de qué autoridad. Lucha en el Jarama y permanece algún tiempo en la famosa “posición Jaca”, sede del estado mayor de Miaja, por la carretera de Barcelona. En los días finales de la guerra parece que está medio detenido junto a otros soldados en Barajas a causa de la operación del coronel Casado. Les informan que las tropas de Franco han entrado en Madrid y les dicen que se quiten el uniforme y se marchen.

Se acercan al centro de Madrid y en medio del caos solo es capaz de recordar tres imágenes. La primera es una señora con un gran crucifijo que va ofreciendo al beso de todo el que se cruza en su camino. La segunda como les echan de una cola en la que reparten bocadillos, después de haber esperado mas de dos horas. La última es la visión de la Plaza Mayor de Madrid convertida en una especie de zoco en el que los soldados moros de Franco venden su botín de guerra.

No funcionan los tranvías y se dirige andando a Carabanchel donde vive su madre. No la encuentra en casa. Marcha al colegio donde supuestamente su madre puede estar trabajando. Ella es, no sabe precisarme muy bien, algo así como celadora. Le informan que a su madre la han depurado y se ha quedado sin trabajo.

Alguien les dice que sería bueno presentarse en el campo de futbol de Chamartín. Pero un amigo le recomienda no ir allí. Que fusilan a todo el que se presenta. Vagabundea por Madrid.

Quiere la suerte que uno de esos días alguien le llame desde un vehículo militar. Acongojado por la posibilidad de un mal encuentro resulta que el capitán que le ha chistado es un primo hermano que le ha reconocido. Este primo resulta que era seminarista antes de guerra pero que por alguna razón se ha incorporado a filas y ha llegado a capitán. El primo le presta todo su apoyo y le ayuda a incorporarse a filas con su reemplazo sin mayores problemas.

Bueno, le interrumpo, ser huérfano de guardia civil muerto por los revolucionarios del 34, sería un título de cierta ventaja en esos tiempos. Pues tampoco. Resulta que su padre tenía ciertos antecedentes por negarse a reprimir alguna huelga o movimiento de trabajadores cuando era comandante de puesto de la Guardia Civil.

Su primo le recomienda, una vez que ha terminado su servicio militar, incorporarse a la División Azul. Para borrar esa lacra de “rojillo” que acompañaba a su familia y a él mismo. Parece que le reprochaban que en su día no se pasase al otro lado del frente.

Tiene la suerte de no ir a Rusia salvo en visitas de inspección acompañando al famoso general Muñoz Grandes. Pero conoce muy bien las tragedias de sus compañeros en el cerco de Stalingrado y en el duro invierno ruso.

Vuelve de la División Azul y sigue su carrera militar en el Ejército. Llega al grado de subteniente y abandona la vida activa militar a finales de los 50. Puede recomponer su vida como civil.

Mas de 20 años de penurias y de vida militar forzada por las circunstancias.

La historia de un soldado desconocido o como hacer tiempo en las consultas del médico.



4 comentarios:

Ricardo Márquez dijo...

Que congoja de relato... uffff, que duro la masacre de un pueblo, la vileza, la depuración, ....

Testimonios como este deberían erradicar la guerra de una p.vez.

Anónimo dijo...

no olvidemos nunca....

un abrazo.

Anónimo dijo...

Y esa es la memoria que hemos de ir ejerciendo...
Un tío abuelo también fue voluntario a dedo de la Azul y cayerón en el barco que les sacó según cuentan por un torpedazo...

Recuerdo muy bien lo que ahora me ha contado mi abuelo varias veces: familia en ambos lados, el con el campesino, preso luego en campo fascista, y como logró salir y reintegrarse, el miedo quemando papeles de su pasado rojo... Pero también recuerdo que durante muchos años se negó a hablar de nada de esto con nadie hasta que se sentó a petición del nieto para no perder la historia...

Saludos,

Daniel

Ángel de Olavide dijo...

Gracias Pepe, Ricardo y Daniel.
Quedan muy pocos años para recoger los testimonios de las personas que vivieron la tragedia de aquellos años. El esfuerzo lo comenzó un historiador ingles, Fraser. Pero en España apenas algun trabajo periodistico y gráfico. Lo del abuelo de Daniel es la historia de la gran mayoria. Aplastados en el silencio toda una generación tuvo que callar durante décadas. Y lo malo es que luego, con la democracia se instituyo el silencio como una seña de identidad. Y hoy, una juventud que posiblemente se interrogue sobre aquellos años ya no encuentre testigos ni en su propia familia. Que pena.

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