11 de diciembre de 2007

Los ciegos y las calles.


Parisian Blind Man. Autor Ali K.

Se me ha curado una vieja y rara fobia que padecía. Me entraban sudores fríos y me crujían los dientes cada vez que veía a un ciego caminando por las duras calles de Madrid a bastonazos. Pero ayer, era de noche y no es un chiste, un ciego cruzaba a toda leche sin compañía de ningún lazarillo ocasional el semáforo de Eloy Gonzalo con Trafalgar. El caso es que el disco estaba en rojo y la chicharra que avisa a los invidentes sonaba con su música característica de tal circunstancia. Braceando con su bastón consiguió que los coches se detuviesen a su paso milagrosamente. Debía de tener mucha prisa pues le observé entrando a toda velocidad en el centro de salud de la esquina. Una señora mayor decía: este hombre va como loco; la amiga que la acompañaba le replicaba: ¿no ves que es ciego? Y la otra respondía: claro, ahora lo entiendo, es que como no ve… Me dije para mi mismo: si este hombre consigue saltarse un semáforo a las siete de la tarde y salir ileso es evidente que los invidentes, perdón por el retruécano o la aliteración- ya no me acuerdo como se llama esta figura literaria-, pueden caminar tranquilamente solitos por las calles, a través de las zanjas, por debajo de los andamios y sorteando todo tipo de obstáculos en las aceras. Mi fobia ha quedado curada por esta técnica conductista, nunca mejor empleada la expresión. Amigos míos psicólogos y hasta psiquiatras me habían comentado que mi fobia es bastante común, incluso me dijeron un nombre raro, algo así como tiflonosequé. Pues nada ya saben ustedes. Se cura persiguiendo a un ciego hasta que le veas cometer una locura y salir indemne del apuro.

De niño era norma de educación básica ayudar a cruzar la calle a los ancianos y a los ciegos. Hoy los ciegos se han liberado de tan incomoda dependencia y avanzan a toda pastilla por calles y plazas. Conocí a una ciega, por cierto que magnífica fisioterapeuta, que incluso salía a la calle sin bastón. Desde Homero hemos tenido la sospecha de que los ciegos tienen un sexto sentido y que ven cosas que los videntes no alcanzamos a ver. Mi amigo Enrique, que fue dirigente de la Once, sabía reconocer los colores de la ropa por el tacto, y no es broma. Es absolutamente cierto. Existen muchas leyendas sobre los ciegos. Creo que hoy los ciegos, por lo menos los españoles, se han convertido en personas corrientes y molientes. Solo les diferencia de los demás la alegría por compartir la conversación y el diálogo. Puedes hablar con un ciego horas y horas que no se cansará nunca de darle a la muy. A mi me agotan. Ahora. Con la fobia curada, me atreveré a dar largos recorridos peripatéticos con un ciego al lado, sin cogerme de su brazo. Hablaremos de Max Estrella, del Lazarillo de Tormes o de lo que se tercie. Si se adelanta o se retrasa allá él. Es su problema, no me acusará de sobreprotección.

Bienvenidos los ciegos a la dura vida de las ciudades.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A día de hoy, los invidentes ya no son las personas incapacitadas que eran, si no... personas muy útiles e independientes, capaces de realizar muchas cosas y en algunas incluso mejor que cualquier persona capacitada.
Me ha gustado tu blog, miraré tus fotos en Flickr también tengo yo tengo uno allí.
Saludos... :)

http://www.inaicool.com/

Ángel de Olavide dijo...

Gracias Silvia por tu comentario. Ya me pasearé por tu blog y tus fotos. He visto que tienes muchas de Salamanca...me interesa.
Un saludo

Angel

Unknown dijo...

La verdad que fobia no tenia... pero después de leer tu articulo, y el ejemplo de las calles de Madrid, la verdad plantearme el verme en tu misma situación, me ha puesto de los nervios.
NO es fobia, pero aun así me inquieta verlos tan independientes. Yo soy incapaz de andar por casa sin darme con algún mueble por la noche.

Los admiro.
saludos

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