6 de junio de 2010

Una calle de París. La rue Cadet



Hay muchas formas de conocer nuevas ciudades pero se reducen a dos si lo piensas bien.
La primera es perderse, deambular a tontas y a locas como si fueses una hoja de árbol que se mueve con el viento, a favor de los olores de los comercios, a la búsqueda de la sombra o de la esquina lejana o del rumor de la música de aquella plaza.
La otra es apalancarse en un punto, en un lugar estratégico y asistir perplejo al espectáculo de la ciudad que se mueve en torno a ti.
La primera maniobra le va bien a las personas de mentalidad exploradora, a los aventureros, a los amigos de las novedades y de las mutaciones. A través del derroche de alpargatas la ciudad se convierte en un laberinto de imposible retorno. Si vas armado de planos y guías tu espíritu garbancitesco es tu mejor aliado. Si prefieres la intuición quien te salva es el transporte público o el afortunado encuentro con un guía nativo que te sepa devolver a refugios conocidos.
Pero si tienes el ánimo contemplativo o el sistema locomotor bipedestre algo averiado harás bien en identificar aquel punto mágico y quieto desde el cual te sea posible observar el desfile de la ciudad y de sus gentes sin solución de continuidad.
Haz la prueba con la ciudad en la que vives y dime si no te resulta fácil encontrar en la misma ese observatorio ornitológico por el que se suceden segundo a segundo el paso de todo tipo de personajes, de pájaros urbanos que reproducen en microcosmos la vida cotidiana de tu ciudad.
Lo difícil es encontrar ese punto en las ciudades que no conoces. Pero puedes preguntar a un natural.
Durante muchos años me creí que el mejor mirador de París eran las terrazas del bulevar Saint Michel, preferiblemente las cercanas al Luxemburgo o la Sorbona. Me he dado cuenta de que allí no terminas por entender a la ciudad. La única música que escuchas es la de los pasos de los millones de turistas. Pero acabo de hacer un descubrimiento que me ha reconciliado con París y lo voy a transmitir a mis lectores para que lo aprovechen.
Me he colocado en una pequeña calle peatonalizada en el noveno distrito. Se llama la Rue Cadet. Franco hubiera muerto solo de estar unos minutos en esa calle. El incesante paso de los judíos norteafricanos del barrio de las sinagogas, de los negocios kosher y de los anticuarios de segunda división, simultáneo al de cientos de masones que acuden al edificio del Gran Oriente de Francia hubiera sido matador para el creador de la sustanciosa teoría del contubernio judío masónico internacional. No hubiera durado ni un demi biere pression en cualquiera de las terrazas de los cafés y braseries de la calle.
Librerías esotéricas, tiendas de comida preparada, carnicerías kosker, fruterías árabes, anticuarios con mostradores en la calle, gitanos catalanes, marroquineros valencianos, taberneros pelirrojos, viejecitas tristes, niños que vienen o van a las escuelas de música cargados con gigantescos violonchelos a sus espaldas. Maestros del talmud. Hombres de negro que asisten a tenidas con el gran arquitecto. Peluqueros y masajistas de todas las escuelas estéticas y terapéuticas del mundo. Provincianos camino de los teatros de los grandes bulevares o del Folies Bergere de la cercana rue Richer.
Allí verás personajes únicos. El caballero de cintura para arriba con su impecable chaqueta, camisa y corbata pero que de cintura para abajo va servido con un pantalón de chándal cortado a tijera a la altura de las canillas y que calza unas inmundas zapatillas domésticas y unos calcetines ennegrecidos. La dama loca de Chaillot con un perrito más loco que ella. El señor que mira extraviadamente a derechas e izquierdas, armado con una bolsa que contiene los últimos platos del aparador de la abuela y que lleva a valorar a la calle Drouot.
Ya te digo. Ver pasar París delante de tus ojos como si fuese un ciclorama. Un espectáculo gratuito, bebidas aparte. No te lo pierdas. En google maps encontrarás el camino. Y cuando te aburras y te entre el hambre pásate por el Chartier a almorzar o a cenar. O mejor entra en alguno de los comercios de la misma rue Cadet presentados en el video de cabecera.

5 comentarios:

Adolfo Gasca dijo...

Cuando estuve en Paris fui en plan turista y así no se conoce mucho de como es realmente un lugar, pero bueno siempre es enriquecedor viajar.
Por cierto tengo un amigo que dice que no le gusto mucho Paris, que le parecia como Madrid. Yo no llego a tanto, pero si que es verdad que a muchos que somos oriundos de una gran ciudad nos llama más la atención otro tipo de lugares, otro tipo de ciudades, aunque es innegable que Paris tiene muchos encantos.

En mi siguiente viaje, aun lugar que promete por lo que me han dicho, espero estar mas atento a lo que se cuece.

Me ha hecho gracia lo que cuentas de hacer el experimento observador en el lugar donde vivimos, aqui lo tengo fácil, al ser un pueblo pequeño, además se puede hacer dando un paseíto que es más entretenido o sentado en una terraza veraniega con una jarrita de cerveza con limón cerca.

Un abrazo Angel.

Ángel de Olavide dijo...

Hola Adolfo

Creo que tu amigo que dice que Paris se parece a Madrid no ha tenido tiempo de ver las diferencias que son enormes. Es verdad que todas las grandes ciudades tienen un aire común empezando por las muchedumbres y terminando por los coches. Y en los últimos tiempos hasta el paisaje comercial de las franquicias termina por hacer intercambiables las aceras de la ciudad. Pero la riqueza monumental de Paris y no me refiero solo a los grandes monumentos, sino a los mismos edificios es brutalmente distinta a la de Madrid. El centro monumental de París es enorme. Variedad de barrios de trazado medieval que coexisten con las grandes avenidas y bulevares. Cientos, sino miles de pequeños espacios sociales desde parques, squares, centrso cívicos y sociales rivalizan en Paris mientras en Madrid apenas son detalles los centros sociales...

Ya sabes que yo adoro Madrid pero sinceramente no hay color....

agremon dijo...

Soy más de patear, pero también hay que descansar, y es entonces cuando se ve la complementareidad de ambos aspectos.
De cualquiera forma, lo que más recuerdo de mi primera visita a París, menor de edad, es un retorno a la ciudad universitaria después de varios días solo, desde el quartier latin, andando, sin plano, a partir de las 12 de la noche, más o menos, con exactamente 13 mexicanas que estaban de auténticas turistas ... hasta ese momento.
Y es que creo que las ciudades también se pueden verse a través de los turistas (si se les saca de su ambiente natural), por ejemplo. Una interpretación que entronca con el dicho de que las cosas son según el color del cristal con que se miren.
Un saludo.

Ángel de Olavide dijo...

Hola Antonio. Me hace gracia tu aventura nocturna por el Paris de la Sorbona con 13 mexicanas- que contabilidad mas exacta. Algún dia te contaré alguna anécdota mia por Paris con un pasaporte mexicano. Me estaba preguntando cual sería en Ribadeo el mejor observatorio y tengo dudas.Lo hablaremos...

niñovertice dijo...

hola angel cierto retraso pero queria exponer algun recuerdo de mi primer viaje a paris ( 5 he realizado)

--Recuerdo mi visita a la logia masonica, alli descubri que salvador allende fue mason;fue excitante pues en aquellos años( 1993 ,jolines pasan los años)en españa era imposible entrar a visitar una logia. actualmente desconozco si continua asi
---y como frustraciones de mi viaje atipico( para mi fue acorde a mi manera de ser), pues que no pude hallar al ABAD PIERRE, hubiera dado cualquier cosa por saludarlo; intente buscar su rastro, pero mi frances es cortito..
----otra frustracion fue la visita al restaurante de un fulano(asi me parecio) que habia sido miembro de las brigadas extranjeras en nuestra guerra incivil. pensaba hallar como un heroe iluminado, un idealista, y halle a un gabach0 (dicho con desprecio..) grosero y malencarado. ah los años como amargan..
saludos . espero engancharme de nuevo a esto.

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